Los textos evangélicos que tenemos sobre esta gran figura, José, el esposo de María, madre de Jesús, son escasos. Sólo aparece en las genealogías y en los llamados «evangelios de la infancia» que nos proporcionan los evangelistas Mateo y Lucas.
José es presentado en el evangelio mateano como un hombre justo; alguien atento a la voluntad de Dios; una persona que acepta, desde la fe, un puesto secundario, pero necesario –yo diría imprescindible– en la familia de Nazaret, más aún, en el proyecto de Dios para la Humanidad, en la Encarnación del Hijo de Dios.
Decir «justo», en el mundo de la Biblia, es el calificativo mayor posible. Se aplica a alguien que vive según la voluntad de Dios: una persona de bien, abierta al plan de Dios. Y, también, por consiguiente, acreedor de las bendiciones divinas. Ese es José, el esposo de María.
No es difícil imaginar cómo estuvo al lado de Jesús en su infancia y juventud; cómo se preocupó –junto a su esposa María– de su alimentación, de su educación, de su cuidado. Cómo también le enseñó su profesión; de que forma, sin dudas, le introdujo en el conocimiento y amor a las Escrituras; le inició en los valores humanos y religiosos, que bien conocía y, sobre todo, lo amó como un buen padre. José sigue siendo actualmente un ejemplo a seguir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario