Una de las fiestas más antiguas del cristianismo es la de la «Presentación del Señor», que este domingo celebramos. El evangelista y la tradición la han unido a la de la purificación de María. También es conocida como la fiesta de la Candelaria o de la Luz.
Junto a Jesús niño, María y José, el narrador bíblico introduce dos personajes ancianos: Simeón y Ana. Ambos son capaces de percibir la singularidad del niño presentado por sus padres en el Templo de Jerusalén. Son dos personas sencillas, piadosas... Ambos están abiertos a la voz del Espíritu Santo; los dos hablan con la Palabra de Dios en sus bocas.
Simeón «profetizará» tanto la salvación que inaugurará Jesús, como su final trágico, que padecerá de una manera especial, junto a Jesús, su madre, María.
Toda una escena llena de contenido de fe, de humildad, de sencillez, de Palabra de Dios. Para la mayoría pasó desapercibido. Y es que la grandeza de Dios se manifiesta en lo pequeño. Y sólo los pequeños la perciben.
martes, 28 de enero de 2014
martes, 21 de enero de 2014
Domingo III del tiempo ordinario, ciclo A - Mt 4,12-23
Lago de Galilea |
Las circunstancias violentas del
encarcelamiento de Juan Bautista empujarán a Jesús a establecerse «en
Cafarnaún, junto al lago (de Galilea)». Dios también se vale incluso de las
injusticias humanas para hacer posible su plan salvífico. Decía santa Teresa de
Jesús: «Dios escribe recto en renglones torcidos».
martes, 14 de enero de 2014
Domingo II del tiempo ordinario, ciclo A - Jn 1,29-34
Juan Bautista da testimonio de Jesús: el
importante, el definitivo es Jesús, el Hijo de Dios. No le afecta perder
«clientes» para que sigan a Jesús. Juan no se predica a si mismo, con
apariencias de piedad.
Lo primordial es la voluntad de Dios, aunque
se olviden de mí. Nos cuesta entender esto: nos gusta que nos reconozcan, la
«palmadita en la espalda», que hablen bien de nosotros... Y si no lo hacen nos
duele y caemos en la crítica fácil. En el fondo nos buscamos más a nosotros
mismos que el hacer el bien desinteresado o la evangelización sin recompensa
inmediata. La actitud del Bautista es bien distinta.
Jesús es quien trae la liberación definitiva,
también de nuestros egoísmos y egocentrismos. Él es la respuesta definitiva a
la búsqueda de sentido del ser humano. Estamos llamados a dar testimonio de
esta realidad y a proclamarlo explícitamente (salmo responsorial): «He
proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor,
tú lo sabes»
El mal del mundo es derrotado en la acción
liberadora de Jesús, ésta es la proclamación de Juan Bautista. Ésta ha de ser
nuestra convicción, nuestro anuncio, el testimonio de nuestra vida.
martes, 7 de enero de 2014
El Bautismo del Señor, ciclo A - Mt 3,13-17
Río Jordán |
Jesús se presenta en el Jordán,
ante Juan Bautista, como uno más, «para que lo bautizara». En este acto
sencillo, humilde, se produce una gran teofanía –la manifestación de Dios
trinitario–, la Palabra
del Padre avalando la misión del Hijo, de Jesús, y la acción del Espíritu Santo
que desciende del cielo y se hace presente también en Jesús.
Las palabras y las acciones de
Jesús en toda su vida pública, que se inicia con el bautismo a orillas del
Jordán –episodio al mismo tiempo sencillo
y sublime–, van a estar caracterizadas por un respeto exquisito por las
circunstancias concretas de cada persona, con una atención especial a los
débiles, a los sencillos, a los humildes, como nos recuerda la profecía
mesiánica de Isaías (primera lectura): «la caña cascada no la quebrará, el
pábilo vacilante no lo apagará». A ellos y a todos ofrecerá una «Buena Nueva»
de salvación, de liberación.
domingo, 5 de enero de 2014
La Epifanía del Señor - Mt 2,1-12
Epifanía –la festividad de hoy–
significa manifestación. Dios se ha manifestado, en Jesús, a todos los pueblos,
a todos los hombres y a todas las mujeres de todos los lugares, de todos los
tiempos. Los magos de Oriente que vienen a adorar al «Rey de los judíos», a
Jesús niño, representan al conjunto de las naciones, a quien Dios se quiere
mostrar como respuesta a sus esperanzas y expectativas.
Las actitudes que muestran los
diferentes personajes de la narración del evangelio de hoy también son
trasladables a nuestras situaciones actuales concretas. A Herodes le inquieta
el nacimiento de Jesús, lo que le preocupa es que alguien le pueda hacer
sombra, que alguno rivalice con él y merme su poder. Los sumos sacerdotes y los
escribas saben, conocen la
Escritura , pero se muestran indiferentes ante el
acontecimiento que anuncian los sabios de Oriente: ellos ya viven bien, ¿para
qué necesitan un salvador? Los extranjeros que siguen la estrella se
entusiasman, incluso recorren un largo camino, preguntan, investigan, «se
llenaron de inmensa alegría» cuando encuentran el camino y se arrodillan ante
la grandeza de Dios que se manifiesta en lo pequeño. María muestra al niño, a
su Hijo, a todos los que lo requieren, pasando discretamente a un segundo plano.
¿Cuál es mi actitud ante las manifestaciones de Dios en la vida cotidiana?
jueves, 2 de enero de 2014
Domingo II de Navidad - Jn 1,1-18
No
siempre nos tomamos en serio en nuestra vida y en nuestras comunidades,
parroquias, grupos, asociaciones… la Palabra de Dios, al menos en la
importancia que tiene y que debería tener entre nosotros. Esa Palabra de Dios, cuyo
rostro es Jesús mismo, ha sido rechazada, no por las tinieblas que «no han
podido apagarla», sino por los suyos, las personas creyentes: «vino a los suyos,
pero los suyos no la recibieron»
Ya san Jerónimo (s. IV), que
consagró toda su vida al estudio de la Biblia, afirmaba: «No conocer las
Escrituras es no conocer a Cristo», subrayando la íntima conexión entre Jesús,
Palabra viva del Padre, y Biblia, Palabra revelada por Dios.
Jesús, Palabra de Dios, vino a
nosotros, se hizo uno de los nuestros, ha querido quedarse con nosotros. El
evangelista señala la necesidad de acoger a Jesús, de estar atentos a su
mensaje, a la «Buena Noticia» que proclama, a su persona: el Padre quiere que
aceptemos y entendamos su paternidad amorosa, manifestada en Jesús. Desea que
aceptemos ese hermoso y exclusivo regalo: «el privilegio de llegar a ser hijos
de Dios».
La grandeza de este Dios, y de
su enviado e Hijo Jesucristo, la descubriremos diariamente en la lectura y
meditación de la Palabra de Dios.
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