jueves, 2 de enero de 2014

Domingo II de Navidad - Jn 1,1-18

No siempre nos tomamos en serio en nuestra vida y en nuestras comunidades, parroquias, grupos, asociaciones… la Palabra de Dios, al menos en la importancia que tiene y que debería tener entre nosotros. Esa Palabra de Dios, cuyo rostro es Jesús mismo, ha sido rechazada, no por las tinieblas que «no han podido apagarla», sino por los suyos, las personas creyentes: «vino a los suyos, pero los suyos no la recibieron»

Ya san Jerónimo (s. IV), que consagró toda su vida al estudio de la Biblia, afirmaba: «No conocer las Escrituras es no conocer a Cristo», subrayando la íntima conexión entre Jesús, Palabra viva del Padre, y Biblia, Palabra revelada por Dios.

Jesús, Palabra de Dios, vino a nosotros, se hizo uno de los nuestros, ha querido quedarse con nosotros. El evangelista señala la necesidad de acoger a Jesús, de estar atentos a su mensaje, a la «Buena Noticia» que proclama, a su persona: el Padre quiere que aceptemos y entendamos su paternidad amorosa, manifestada en Jesús. Desea que aceptemos ese hermoso y exclusivo regalo: «el privilegio de llegar a ser hijos de Dios».

La grandeza de este Dios, y de su enviado e Hijo Jesucristo, la descubriremos diariamente en la lectura y meditación de la Palabra de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario