Jesús
está siempre atento a las necesidades de los otros, tal como podemos comprobar
en el evangelio de este domingo y en todo el evangelio en general. Jesús se
acerca a los que padecen alguna enfermedad y los cura; está solícito a que no
tienen qué comer la multitud que le sigue…
Y
quiere implicar a sus discípulos en esa actitud de servicio hacia los que lo
necesitan: «dadles vosotros de comer», les dirá. Más tarde les dará el pan de
la abundancia para que lo repartan entre la gente; también tendrán que recoger
las sobras, con las que llenarán doce cestos.
Sólo
es posible percibir el «milagro» de Jesús desde una actitud de servicio, de
disponibilidad, de atención exquisita a las necesidades del prójimo. Sólo desde
este estilo de vida se puede descubrir que con Jesús los problemas, los retos, las
dificultades no son imposibles. Como Jesús hay que alzar «la mirada al cielo»,
en gesto de oración: Dios quiere el bien del ser humano, está de nuestra parte
y de una forma especial del pobre, del desvalido, del necesitado. Pero
inmediatamente hay que ponerse a trabajar, a servir, a compartir, a amar. Y el
resultado será «milagroso».