Ella, María, la madre de Jesús, «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (evangelio de hoy). Va descubriendo día a día los planes de Dios y los va viviendo en su propia carne, en la intimidad de la oración, que nace de una fe profunda: ella pondrá su voluntad y toda su existencia al servicio del plan amoroso divino.
María es modelo de oración confiada, de fe inquebrantable, de escucha
atenta de la Palabra de Dios, de hacer suya la voluntad de Dios, aunque no
siempre la entienda plenamente, de servicio a los demás, de amor de donación...
Ella es la Madre de Dios, la madre de Jesús, quien nos ha traído la libertad
definitiva: «ya no eres esclavo, sino hijo».