El evangelio que nos propone la liturgia para
la fiesta de hoy, de la «Sagrada Familia», es el de la huida a Egipto de María
y José, con Jesús niño. A la mayoría de nosotros nos resulta difícil
identificarnos con esta escena: tenemos un hogar (mayor o menor, en propiedad o
en alquiler, pero tenemos un lugar donde vivir), disfrutamos de cierta
seguridad económica (aunque a veces a
algunos nos cueste llegar a final de mes) y, sobre todo, no peligra nuestra
vida ni la de nuestros seres queridos.
La
narración resulta más próxima a muchos inmigrantes, por no decir a los
refugiados políticos o a los exiliados. Jesús, María y José tienen que emigrar
a un país extraño, con el miedo en el cuerpo de la persecución, a un lugar con
lengua y cultura diferentes, abandonando casa, familia, amigos y conocidos,
como delincuentes que escapan de la justicia. Y con la incertidumbre de si
serán acogidos o rechazados en su nuevo destino. ¿Éste es el modelo de familia
que nos propone el evangelio?
El
amor que hay en esta familia lo supera todo; un amor que se hace extensivo a
todas las mujeres y a todos los hombres. Jesús, desde su niñez, se identifica
con el más necesitado (también lo harán María y José). Hemos de descubrir el
rostro de Cristo, de la «Sagrada Familia», en cada ser humano que vive en
situaciones análogas a las que le toco vivir a esta familia singular.
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