martes, 29 de enero de 2013

Domingo IV del tiempo ordinario - Lc 4,21-30


El texto que leemos este domingo es continuación del domingo pasado. La actualidad de la Buena Noticia que trae Jesús en muchos se traduce en admiración y aprobación. Jesús invita a que las cosas cambien, a reconocer la actualidad transformadora de la Palabra de Dios.

Pero este entusiasmo parece que no es general. Hay un grupo, seguramente muy influyente, que busca desacreditar a Jesús. Se preguntan, o mejor preguntan públicamente, en qué es diferente Jesús a los demás, para arrogarse una dignidad que según ellos no le corresponde. Cómo va a ser el Mesías un artesano manual, el hijo de un carpintero. Que difícil resulta a veces descubrir la acción de Dios en lo cotidiano, en lo sencillo, en lo aparentemente no importante.

Jesús se asombra de la incredulidad, de la falta de fe de sus paisanos. Es imposible que se manifieste la acción de Dios cuando no hay fe. Sus compatriotas no entienden que Dios se muestre en lo sencillo, en la humildad, en lo simple.

Y, en cuantas ocasiones, las actitudes de cerrazón desembocan en ira, en violencia, en falta de respeto hacia el otro; como las de estos paisanos de Jesús. Él no se puede manifestar en este ámbito: se abrió paso entre ellos y se alejaba.

martes, 22 de enero de 2013

Domingo III del tiempo ordinario - Lc 1,1-4; 4,14-21


Sinagoga en Jerusalén
Jesús, según la costumbre judía, asiste a la liturgia de la sinagoga del sábado. Después de las lecturas bíblicas, Jesús, seguramente en pie, como era costumbre, comenta dichos textos, y lo hace con una sabiduría, con una profundidad, con una novedad que produce admiración entre los que lo escuchan.

La escena es de una intensidad máxima: Jesús está proclamando que la esperanza de Israel ha tenido respuesta, una respuesta que se ha hecho actualidad, buena noticia en ese mismo momento: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. La admiración de los presentes surge de una forma espontánea.

La actualidad de la Palabra de Dios se hace presente. El texto que ha leído del profeta Isaías habla de una Buena Noticia para los pobres, habla de libertad para los cautivos y oprimidos, habla del fin de la ceguera humana..., en fin, de un año de gracia, de un año jubilar. La noticia, el evangelio que proclama es «revolucionario», implica un cambio radical en las relaciones humanas, significa una acción poderosa de Dios..., y eso está ocurriendo hoy, ahora. Esa buena nueva sigue siendo actual: en este momento  la novedad del mensaje de Jesús se está haciendo presente entre nosotros. ¿Somos conscientes?

martes, 15 de enero de 2013

Domingo II del tiempo ordinario - Jn 2, 1-11


Se celebra una boda en Caná de Galilea, a la que asisten como invitados Jesús, María y algunos discípulos de Jesús.

María, atenta a las necesidades de los demás y servicial por naturaleza, se da cuenta, antes que nadie, que la familia de la pareja se encuentra en apuros, se han quedado sin vino para agasajar a los invitados, y esta situación es un problema que exige una solución urgente. María hace suyas las necesidades de los demás, y las convierte en petición confiada a Jesús, su hijo: No tienen vino. La respuesta de Jesús es enigmática, sólo en la lectura de todo el evangelio quedará clarificada.

María no se arredra, y se dirige a los sirvientes de la casa: Haced lo que él os diga. Si la primera intervención de María nos muestra su preocupación por las necesidades ajenas, ésta nos indica una confianza plena en su Hijo, y una actitud a seguir, una consigna: fiarse plenamente de la voluntad de Dios, ponerse al servicio de ella. Si María primero hace notar a Jesús su desvelo por los demás, no tienen vino; ahora se pone al servicio de su voluntad, de la voluntad divina. Ambas actitudes son complementarias: una oración confiada, concretada en las necesidades del prójimo y, al mismo tiempo, una apuesta humilde por la voluntad de Dios. Y se produce el «milagro», que Juan prefiere llamar en su evangelio «signo»

martes, 8 de enero de 2013

Bautismo del Señor - Lc 3,15-16. 21-22


Juan Bautista tiene claro que el centro de la predicación no es él mismo, es Jesús, el Mesías, de quien no se siente digno ni de desatarle la correa de sus sandalias. Lo realmente importante no es su prestigio personal, sino que todos experimenten la salvación de Dios que se hace presente en la persona de Jesús.

Su bautismo con agua, de penitencia, es signo de otro bautismo mayor: Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. El agua purifica, lava, es símbolo de purificación interior, pero mucho más lo es el fuego que abrasa toda impureza, acompañado de la acción de Dios a través de su Espíritu, transformando todas las cosas.

El pueblo está en expectación y Jesús se presenta como uno más, sin estridencias: se pone en la cola de los que van a recibir el bautismo de penitencia de Juan. Pero su gesto de sencillez recibirá una respuesta del cielo, un aval divino: el cielo se abre –Dios se manifiesta, se reanuda la relación directa con su pueblo, pueblo de Dios– y se hace presente el Espíritu Santo que baja a la tierra, a las mujeres y a los hombres, igual que baja una paloma, y Dios-Padre proclama el amor de predilección que tiene por su Hijo. Un amor que se hace extensivo a todos los seres humanos, a través de su Hijo.

miércoles, 2 de enero de 2013

Epifanía del Señor - Mt 2,1-12

Los protagonistas principales del relato del evangelio de hoy no son los magos, aunque tienen un papel relevante en la narración: la Buena Noticia de la salvación es para todo el mundo, para todas las naciones, representadas en estos personajes.

Leemos en el texto: Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Mateo quiere dirigir la atención hacia Jesús, aún niño. Toda la historia apunta a Él. Los sabios de Oriente se encuentran al niño con María, su madre. Es Jesús quien es objeto de «adoración», de la ofrenda de los dones: es él la Buena Noticia de parte de Dios. Pero allí está también María, y su presencia no es casual. Ella es su madre, la madre del niño, la madre de Jesús. Jesús en este momento –y en tantos momentos– necesita de su madre, como cualquier niño. La figura de María es esencial en esta escena. Y el evangelista lo subraya. María ocupará un papel importante, necesario en la historia de la salvación, en la vida de Jesús, y este hecho no pasa desapercibido en los Evangelios. Las menciones son breves, pero lo suficientemente acentuadas para percibir esta realidad. María esta al lado de su hijo, junto a Jesús, ocupando un segundo plano, pero siempre asociada a Él, como modelo de la auténtica discípula, como su madre.