lunes, 25 de mayo de 2015

La Santísima Trinidad - Mt 28,16-20

Este domingo celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Dios es uno, único (primera lectura) pero, al mismo tiempo, es comunidad amorosa: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amor donde está presente la diversidad: tres personas distintas; y amor que une hasta el imposible, desde la perspectiva humana: un solo Dios.

Y esta realidad nos interpela a nosotros, la comunidad cristiana. Estamos invitados a vivir el misterio del amor trinitario de Dios, a compartir este amor con todos. Somos «hijos de Dios» (segunda lectura) y como hijos e hijas debemos participar del amor único de Dios, nuestro Padre. La unidad debe ser nuestro estandarte, nuestra bandera, aunque, eso sí, sin confundirla nunca con la uniformidad; respetando y amando también la diversidad, las diferencias del otro.

Convencidos que nada hay mejor para la humanidad que este mensaje de amor, de respeto, de unidad. Por eso, el evangelio nos invita a proclamarlo, a predicarlo a «todos los pueblos», a todas las personas, con nuestra palabra aunque, sobre todo, con nuestros gestos, con nuestras vidas. Jesús se queda entre nosotros «todos los días, hasta el fin del mundo»: es nuestro consuelo, nuestra fuerza, quien hace posible que nos empeñemos y no desfallezcamos en esta empresa.

lunes, 18 de mayo de 2015

Pentecostés - Jn 20,19-23

Este domingo celebramos la venida del Espíritu Santo. Jesús ha muerto y ha resucitado; lo han experimentado sus discípulos y discípulas más próximos. Pero tienen miedo, un miedo que los paraliza, y están escondidos, «con las puertas cerradas».

La presencia de Jesús les tranquiliza, les llena de alegría, les produce paz. Jesús les da el Espíritu Santo: «Recibid el Espíritu Santo». La situación ha cambiado radicalmente. El Espíritu ha producido el «milagro».

Les faltaba fe, como a nosotros nos pasa con frecuencia. Porque lo contrario a la fe no es la increencia sino el miedo. El miedo anula las facultades de decisión y raciocinio. El miedo es angustia ante un riesgo real o hipotético. El miedo es ante todo una falta de confianza. ¿De confianza en qué o en quién? En este caso es falta de confianza en la Palabra de Jesús.

Cuando la Palabra de Dios no es lo central en nuestra vida personal, familiar, comunitaria…, nuestra fe se está quebrando; nos falta alegría, paz, capacidad de perdón. Observamos nuestro alrededor con desconfianza, con miedo.

¡Recibamos el don del Espíritu Santo con los brazos abiertos! Él —si nos dejamos― cambiará nuestras vidas y nuestras comunidades; nos quitará el temor que nos paraliza.

lunes, 11 de mayo de 2015

La Ascensión del Señor - Mc 16,15-20

Celebramos que «el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios». Eso es lo que nos narra el evangelio de hoy. Pero el texto no sólo habla de Jesús, sino también de sus discípulos, de los de entonces y de los de ahora.

Comenta el evangelista que estos seguidores son hombres y mujeres de fe, bautizados, vencedores del mal, capaces de hacerse entender por todos cuando proclaman la buena noticia de Jesús, preocupados y ocupados en las necesidades del prójimo. Ésta podría ser una lectura actualizadora de las palabras de Jesús, recogidas por el narrador bíblico.

El bautismo y la fe son nuestra seña de identidad, el fundamento de nuestra dignidad de cristianos y cristianas; por encima de otros cargos o ministerios sociales o eclesiásticos. El concilio Vaticano II nos recordó esta realidad, con frecuencia olvidada.

Pero, esta dignidad implica también una tarea, una responsabilidad. Consiste en hacer presente la «Buena noticia» del Reino. Con el testimonio de una vida que quiere romper radicalmente con toda forma de mal, de injusticia, de discriminación: «echarán demonios en mi nombre»; con capacidad de diálogo con todo el mundo, sin imposiciones, ofreciendo y proponiendo la verdad del Evangelio: «hablarán lenguas nuevas»; sin miedos a ninguna forma de poder: «cogerán serpientes…, nos les harán daño»; privilegiando a los pobres, a los sencillos, a los desvalidos, a los marginados: «impondrán las manos…, y quedarán sanos». Todo un proyecto de vida.

martes, 5 de mayo de 2015

Domingo VI de Pascua - Jn 15,9-17

Cúpula del santo sepulcro, Jerusalén
Si hiciésemos la estadística de las diferentes palabras que encontramos en el evangelio de este domingo veríamos con asombro que la expresión «amor», como verbo o como sustantivo, está repetida ocho veces; «amigos» tres; y «alegría» aparece en dos ocasiones. Nos quedamos, en principio, con estas tres palabras.

Con frecuencia hemos entendido la religión como una lista de obligaciones y de prohibiciones. Y esto nos ha llevado, con relativa facilidad, a entender nuestra relación con Dios como algo costoso, difícil, fatigoso. En el texto de hoy también aparece alguna expresión que nos puede recordar esta imagen: «mandamiento», que se repite tres veces, cuatro si incluimos el verbo «mandar». Pero también el mandamiento del que habla Jesús está relacionado con el amor.

La «buena noticia» de Jesús está llena de amor, de amistad y de alegría. No podemos perderlo nunca de vista. Su mensaje «religioso» invita a vivir nuestra relación con Dios y con los demás desde una perspectiva festiva, de amistad y de amor entrañable. A sus seguidores/as se nos tiene que notar que vivimos así. La gente que nos rodea lo tiene que percibir, lo ha de comentar, lo ha de envidiar. El mensaje de Jesús no es algo pesimista o alienante; no tiene nada que ver con la negación de la libertad; es alegría desbordante, visión optimista de la vida y de los acontecimientos, un canto a la esperanza…