Hoy
escucharemos una de las páginas más hermosas del evangelio. Tres personajes
sobresalen en la narración: Jesús, Cleofás (uno de los dos discípulos de Emaús)
y otro (u otra) personaje del que no se indica el nombre. Los dos discípulos
que caminan hacia Emaús vuelven de Jerusalén cabizbajos, decepcionados,
apenados, desesperanzados… Y se encuentran con Jesús, pero no lo reconocen.
Jesús
les descubre las Escrituras, les muestra cómo la Palabra de Dios preanuncia al
Mesías y la suerte que le tocará vivir: su pasión y muerte, pero también su
triunfo sobre la muerte, su resurrección. Ellos, al llegar a su destino, acogen
a este forastero que les acompaña, para que no siga de camino sin luz del día o
encuentre problemas dónde pasar la noche: sin saberlo están dando cobijo a
Jesús. Y sentados a la mesa lo reconocen en la «fracción del pan». Jesús
desaparece y ellos vuelven a Jerusalén, desandando su recorrido, para anunciar
a la comunidad el gozo inmenso de la resurrección de Jesús y de la forma cómo
lo han reconocido.
La
narración es una auténtica catequesis eucarística: arde el corazón de ellos
escuchando la Palabra de Dios, lo reconocen en la «fracción del pan» (uno de
los nombres con los que se denomina a la Eucaristía en el Nuevo Testamento),
pero antes han practicado la hospitalidad, el amor desinteresado con quien lo
necesita, y ese alguien resulta que es Jesús. Y, como consecuencia, la
necesidad de proclamar la «buena noticia» de la resurrección, olvidándose
incluso de las dificultades, como podría ser el caminar ya anochecido.