En el evangelio de hoy Jesús quiere implicar a los
discípulos en el «milagro» de la multiplicación de los panes y de los peces. La
acción de Dios se realiza a través de individuos concretos.
Hay
un grupo importante de personas que siguen a Jesús: están hambrientos de la Palabra de Dios que sale
de su boca. Están tan entusiasmadas por las palabras y las acciones de Jesús
que hasta se olvidan de comer. Algunos de entre los más íntimos, los Doce, se
percatan que no tienen comida para tanta gente; se mueven aún según una
perspectiva muy limitada: no tenemos suficiente, hace falta mucho dinero, son
demasiados...
Jesús
les muestra otro camino, el del servicio, confiando plenamente en los planes de
Dios, en la Palabra
de Jesús: «Dadles vosotros de comer»; [...] los partió (los panes) y se los
dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. La forma de
actuar de Jesús con frecuencia desconcierta; pero hemos de fiarnos (tener fe),
y se produce el milagro, con abundancia (sobraron doce cestos).
La
narración nos evoca, sin muchos esfuerzos, la Eucaristía , donde Jesús
se entrega no a unos cuantos si no a todos como el auténtico alimento que sacia
el corazón humano. Palabra de Dios y Eucaristía aparecen íntimamente unidas.