lunes, 27 de julio de 2015

Domingo XVIII del tiempo ordinario, ciclo B - Jn 6,24-35

Después de la multiplicación de los panes y de los peces (evangelio del domingo pasado) la gente busca a Jesús que con sus discípulos ha marchado en barca a Cafarnaún. Y allí lo encuentran.

Pero Jesús les echa en cara que lo buscan sólo porque han saciado su estómago, porque les ha solucionado el problema de ese día. Y la «Buena Noticia» de Jesús es mucho más que eso. El «Maestro» no está negando la importancia de los bienes materiales: Él se ha compadecido de ellos cuando no tenían para alimentarse. Pero quiere que amplíen su perspectiva. Les ofrece «salvación», «vida». El ser humano, en el fondo, busca respuestas existenciales, tiene «hambre y sed» de sentido. Las cosas, por muy importantes que sean, no colman esta necesidad, no dejan satisfecho.

Jesús les ofrece el «pan de Dios», el único que «da vida al mundo»; sólo este pan es capaz de saciar. La persona humana, todos y todas estamos buscando –a veces incluso sin saberlo– respuestas, sentido: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús es la respuesta, la solución definitiva; Él lo afirmará: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

miércoles, 22 de julio de 2015

Domingo XVII del tiempo ordinario, ciclo B - Jn 6,1-15

Lugar de la multiplicación de
los panes y los peces
Este domingo leemos-escuchamos el «signo» de la multiplicación de los panes y de los peces, narrado en el evangelio de Juan. Este milagro es referido por los cuatro evangelistas, con ligeros matices. En este evangelio se habla de «signo»: «al ver el signo que había hecho…» ¿Signo de qué? El narrador quiere mostrarnos una realidad más profunda que la que nos proporcionaría una lectura superficial del texto: Jesús es el «pan de vida»; es alimento para todos; es pan repartido y compartido; es Pascua definitiva, es Eucaristía.

Curiosamente, como es señalado con frecuencia en todo el evangelio juánico, los discípulos no aciertan en focalizar lo esencial de la situación que están viviendo. Felipe sólo se fija en la cuestión económica: «doscientos denarios de pan no bastan…» Andrés, en la misma línea, se queja de la escasez de medios, cuando un muchacho se presenta con «cinco panes de cebada y un par de peces»: «pero, ¿qué es eso para tantos?» Jesús, por el contrario, ha fijado su atención en la gente, en las personas, en que hay alguien (en este caso, muchos y muchas) que tiene necesidad. Eso es lo prioritario. Si no sabemos detectar lo auténticamente esencial, de nada sirve preocuparnos por los medios.

Quedémonos con esta doble reflexión que hemos señalado: Jesús es la respuesta al «hambre» de sentido en el mundo, es pan eucarístico para todos; y estemos atentos a nuestras prioridades: son más importantes las personas que los medios.

lunes, 20 de julio de 2015

Santiago, apóstol - Mt 20,20-28

Catedral de Santiago de Compostela
Santiago, hijo de Zebedeo, hermano de Juan, del grupo de los Doce, morirá mártir por «obedecer a Dios antes que a los hombres»; por mandato del rey Herodes (alrededor del año 43 d.C.), que le «hizo pasar a cuchillo» (primera lectura). Pablo, en la segunda lectura, describirá cómo es la vida del apóstol, de todo aquel que se empeña en predicar y en vivir, hasta las últimas consecuencias, el mensaje de Jesús.

Que lejos queda este momento de la entrega definitiva de Santiago, por amor a Jesús, de la escena del evangelio de hoy. La petición que Mateo pone en boca de su madre y Marcos en la de ellos mismos (Santiago y su hermano Juan) no es de lo más edificante. Es una solicitud de poder, de prestigio, de mando. ¡Muy humano! Pero no cuadra con la buena noticia de Jesús: «No sabéis lo que pedís», les recriminará el Maestro.

El camino que les enseñará (que nos enseña) Jesús es bien distinto: «el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo» Quien tiene la misión de dirigir en la comunidad cristiana, y todo seguidor de Jesús, ha de estar dispuesto a servir, a ser esclavo de los demás, a renunciar a cualquier parcela de poder. Y esto no es una declaración de intenciones que queda muy bonito en un discurso, sino una actitud irrenunciable. Incluso cuando significa jugarse la vida por defender a los más débiles, por ser fiel al mensaje de Jesús, como al final hizo Santiago.

lunes, 13 de julio de 2015

Domingo XVI del tiempo ordinario, ciclo B - Mc 6,30-34

Las prisas, el estrés, el deseo de resultados (y si son inmediatos, mejor) nos pueden quitar la tranquilidad, nos roban la paz.  Algo de esto también les pasaba a los discípulos de Jesús: «eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer»

Jesús no quiere estas «intranquilidades» Se lleva a los discípulos a «un sitio tranquilo a descansar un poco»; a un «lugar tranquilo y apartado». Sabe que las prisas y los agobios no son los mejores compañeros de viaje. No podemos perder nunca esta perspectiva. Necesitamos personal y comunitariamente tiempo y lugares de sosiego. Uno de los «pecados» de nuestra sociedad actual es el activismo, también eclesialmente; pensamos que todo consiste en hacer cosas y cuanto más, mejor. El evangelio de hoy nos sugiere otro enfoque: momentos de descanso, de tranquilidad también son necesarios; ¡junto a Jesús!, como los discípulos.

No siempre es fácil. De hecho, Jesús y los discípulos se encuentran que la gente les ha seguido, se les ha adelantado: ¿adiós al sosiego? Jesús no puede «pasar» de estas personas, de tanta gente que busca una respuesta para sus vidas. Pero sí puede «dejar aparcadas» las prisas, la desazón, el desasosiego: «se puso a enseñarles con calma». Toda una lección de saber hacer.

lunes, 6 de julio de 2015

Domingo XV del tiempo ordinario, ciclo B - Mc 6,7-13

En el evangelio de este domingo Jesús encomienda al grupo de los Doce la primera misión apostólica. Los envía «de dos en dos». Es mucho más fácil cualquier encargo misionero, apostólico, catequético… cuando cuentas con la ayuda de alguien, cuando tienes la posibilidad de compartir alegrías y adversidades, éxitos y fracasos. También posibilita el testimonio comunitario, eclesial. No podemos perder nunca de vista que nuestra labor no puede ser nunca individualista, la perspectiva eclesial es ineludible.

La tarea que les encarga Jesús es la de predicar y la de curar las enfermedades del cuerpo y del alma. La palabra siempre ha de ir acompañada de gestos. Los gestos, los hechos también «hablan» de la buena noticia del Reino. Una vida que no responde a lo que se predica no convence. La preocupación por las necesidades del prójimo siempre ha formado parte del anuncio evangélico; con una unión indisoluble.

Y un tercer aspecto resalta el narrador del evangelio: la pobreza de medios. Llevan «para el camino un bastón y nada más» Con frecuencia nos frenamos en muchos proyectos porque no tenemos medios, porque «así no podemos». El mensaje de Jesús, como casi siempre, va en otra dirección.