miércoles, 26 de julio de 2017

Domingo XVII del tiempo ordinario, ciclo A - Mt 13,44-52

En este domingo continuamos escuchando en la «eucaristía dominical» las parábolas de Jesús que el evangelista Mateo concentra en el capítulo 13 de su evangelio.

Destaco dos de las tres que nos ofrece la liturgia, la del tesoro escondido y la de la perla de gran valor. Igual que las anteriores, comienzan con la expresión: «El reino de los cielos se parece…» Es fácil imaginarse la atención de los que escuchaban a Jesús cuando cuenta que uno que trabaja en el campo de otro –como la mayoría de ellos– encuentra de forma fortuita un tesoro; ¡que afortunado! pensarían todos, ¿quién estuviese en su lugar? Seguramente la generalidad haría algo parecido a lo que hizo el personaje de la narración: «va a vender todo lo que tiene y compra el campo» Venderían, sin pensárselo dos veces, sus escasos bienes, por conseguir el campo donde está el tesoro que acabará con todos sus quebraderos de cabeza. De forma similar ocurre con el comerciante de perlas finas –oficio que les queda algo más lejano, pero sí conocido por la mayoría– que al encontrar una perla de gran valor, exquisita, también vende todo por conseguir algo tan perfecto, tan excelente.

No podemos perder de vista el inicio de estas parábolas: el tesoro escondido y la perla de gran valor, los está comparando Jesús con el reino de los cielos, el reino de Dios. Este reino proclamado por Jesús es la gran oportunidad para todos: no es algo alienante; es capaz de saciar todas nuestras expectativas.

lunes, 24 de julio de 2017

Festividad de Santiago apóstol - Mt 20,20-28

Hoy celebramos la memoria de Santiago, hijo de Zebedeo, que junto a su hermano Juan eran conocidos como los hijos del trueno, por su carácter impetuoso. Fue el primero del grupo de los «Doce» que murió por amor a Jesús, alrededor del año 43 d.C., por mandato del rey Herodes (primera lectura).

En el evangelio escogido para su fiesta no es que queden muy bien parados Santiago y su hermano Juan. La petición que Mateo pone en boca de su madre y Marcos en la de ellos mismos no es de lo más edificante. Es una solicitud de poder, de prestigio, de mando. ¡Muy humano! Pero no cuadra con la buena noticia de Jesús: «No sabéis lo que pedís», les recriminará el Maestro.

Jesús les enseñará otro camino a ellos, al resto del grupo de los Doce y a toda la comunidad de discípulos y discípulas: «el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo» Quien tiene la misión de dirigir en la comunidad cristiana ha de estar dispuesto a servir, a ser esclavo de todas y de todos, a renunciar a cualquier parcela de poder. Y esto no es una declaración de intenciones que queda muy bonito en un discurso, sino una actitud irrenunciable. Incluso cuando significa jugarse la vida por defender a los más débiles, por ser fiel al mensaje de Jesús, como al final hizo Santiago.

lunes, 17 de julio de 2017

Domingo XVI del tiempo ordinario, ciclo A - Mt 13,24-43

Seguimos con las parábolas del capítulo 13 del evangelio de Mateo. En las parábolas de este domingo dos de ellas continúan con el tema de la siembra y la tercera habla de una mujer que amasa harina con levadura. Jesús es un gran pedagogo y sus enseñanzas van dirigidas a mujeres y a hombres y, por eso, utiliza ejemplos en sus parábolas con  las que sus interlocutores se puedan sentir identificados.

Las tres comienzan con la misma frase: «El reino de los cielos se parece…» Jesús nos quiere hablar de cómo es este Reino que ya ha comenzado aquí, pero que alcanzará su plenitud en el futuro. 

Nos propone no hacer juicios precipitados sobre los miembros de la comunidad o de la sociedad en general, de no caer en la tentación de condenar tan alegremente como con frecuencia hacemos: «Al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega». Ese reino de los cielos también «se asemeja a un grano de mostaza», primero muy pequeño, pero después se convierte en un gran arbusto (no un gran árbol como eran los cedros del Líbano), donde «vienen los pájaros a anidar en sus ramas», donde todos y todas pueden cobijarse, sentirse acogidos. Pero, al mismo tiempo, se parece a la levadura que una mujer amasa con tres medidas de harina (una cantidad muy exagerada, equivalente a 40 Kg.); la buena noticia del Reino, aunque parezca casi invisible o insignificante es capaz de transformar el mundo, la sociedad, el corazón de las personas.

lunes, 10 de julio de 2017

Domingo XV del tiempo ordinario, ciclo A - Mt 13,1-23

El evangelio de este domingo nos habla, a través de una parábola de Jesús, de la acogida de la Palabra de Dios, de cómo dicha palabra fructifica según la actitud personal y la recepción de ella en lo más íntimo de la persona.

Las actitudes ante el anuncio del mensaje de Jesús son diversas y no tan diferentes de las actuales. Los que escuchan la Palabra y no entienden ni quieren entender, tienen otras preocupaciones, tienen el corazón puesto en otras cosas: “es interesante el mensaje de Jesús, pero yo no tengo tiempo ahora para dedicarme a esas cosas, no quiero complicarme la vida”. También está el que la recibe con alegría, pero «no tiene raíces», no tienen consistencia sus decisiones, le falta criterio, ante cualquier dificultad abandona, le falta amor. Junto a estas dos hay una tercera postura negativa, la de aquel que pone delante del amor a Dios y a los demás su situación o anhelo de riquezas, de poder; actitud que asfixia, ahoga la buena noticia de Jesús.

Pero otro mundo es posible; la «tierra buena» existe. La Palabra de Dios puede fructificar y fructifica, incluso en algunos casos el ciento por uno, aunque humanamente pueda parecer imposible.

Hemos de “empaparnos” de la Palabra de Dios, para que dé fruto, para que nuestra vida y la de nuestro entorno cambien, según el plan amoroso de Dios.

lunes, 3 de julio de 2017

Domingo XIV del tiempo ordinario, ciclo A - Mt 11,25-30

El Dios de Jesús es el Dios de los sencillos y no el de «los sabios y entendidos». Y no es que Dios-Padre no ame a todos sus hijos e hijas, pero sí tiene una especial predilección por los pequeños, los necesitados, los pobres… Y no soporta a los prepotentes, a los poderosos, a los creen saberlo todo y tienen respuestas para todo. Y esto es un motivo para dar gracias, como lo hace Jesús. Sólo los primeros están en disposición de reconocer la revelación del Padre que trae Jesús, sólo a ellos se lo quiere revelar.

El seguimiento de Jesús, el ser su discípulo/a supone una actitud de humildad, de sencillez, también de indigencia de medios. Lo que aparentemente puedan parecer carencias, en realidad, bien entendido, significa ponerse en las manos de Dios, confiar en Él. No es una negación del necesario progreso, sino confiar más en la providencia divina y no desesperar cuando no se llega. Y, más aún, percibir como un don de Dios la sencillez y pobreza de recursos.

Y en la misma línea de sencillez está la siguiente afirmación de Jesús, en el evangelio de hoy: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». En él encontramos el bálsamo aliviante, el descanso de nuestros cansancios, agobios, dificultades…