martes, 26 de febrero de 2013

Domingo III de Cuaresma - Lc 13,1-9


Todos sin excepción, nos lo recuerda el evangelio de este domingo, somos pecadores, nuestra vida no está orientada al bien. Nuestra existencia, con frecuencia, es estéril, no da fruto.

El Señor tiene con nosotros una paciencia infinita: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Cuantas veces nuestra vida está llena de propósitos que no han pasado de eso, de propósitos. Pero Dios siempre está ahí, a nuestro lado, contando con nosotros.

Este evangelio no es una constatación pesimista de nuestra realidad cotidiana, personal y comunitaria. Es una llamada de esperanza a que las cosas pueden cambiar. Dios cuenta con nosotros parra llevar a cabo su plan amoroso para la humanidad. Es posible que todas las mujeres y todos los hombres nos consideremos hermanos, hijos del mismo Padre, quien nos ama con amor infinito, incondicional, y nos invita a participar de este amor.

Él está siempre dispuesto a darnos otra oportunidad: déjala todavía este año. Pero no nos podemos «dormir en los laureles». Es hora de desperezarnos y comenzar a trabajar, a dar fruto. No podemos aplazarlo eternamente.

martes, 19 de febrero de 2013

Domingo II de Cuaresma - Lc 9,28b-36

Iglesia de la Transfiguración (Tabor, Israel)
La escena del Evangelio de hoy anticipa el misterio glorioso de Jesús, pero no obvia la antesala: su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. La liberación que proclama Jesús y de la que su resurrección es el exponente que la garantiza, no ahorra el sufrimiento de la cruz y de la muerte.

En Jesús se cumplen todas las esperanzas del pueblo de Israel, del pueblo de Dios, representado en la escena por Moisés y Elías, la Ley y los Profetas. Dios Padre corrobora que es así: Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.

Pedro, Juan y Santiago son espectadores de esta teofanía, de esta manifestación de Dios. Pero, como es habitual, no entienden nada: primero se caen de sueño, luego no saben lo que dicen, al final están asustados... ¡Qué difícil es a veces percibir la fuerza de la Buena Nueva de Jesús!

El Evangelio del Reino es un mensaje gozoso de liberación. Pero este mensaje no va a ser en muchas ocasiones bien acogido: Jesús sabía que con su predicación y con su estilo de actuar se jugaba la vida. Los discípulos están dispuestos a llegar a la meta, pero no siempre están preparados para asumir las consecuencias del seguimiento radical de las enseñanzas y de la vida de Jesús.

jueves, 14 de febrero de 2013

Domingo I de Cuaresma - Lc 4,1-13

Lugar de las tentaciones
Las tres tentaciones que nos narra hoy el evangelista Lucas siguen siendo de gran actualidad: la tentación de lo extraordinario, la tentación del poder y la tentación de la fama rápida.

Los medios de comunicación, hoy más que nunca, nos presentan en muchas ocasiones unos «valores» a seguir que no están nada lejos de esta narración.
           
El mensaje de Jesús y su actitud están a años luz de esta perspectiva; ¿nosotros estamos dispuestos a rechazar estas tentaciones, a ejemplo de Jesús? Él nos propone la grandeza de lo ordinario, de lo cotidiano, frente a la vanidad de lo extraordinario; la importancia y el valor de lo sencillo frente a las ansias incontenibles de poder y de éxito; y la valía del trabajo diario, del esfuerzo continuo, frente a la búsqueda de la fama inmediata.
           
Sólo Dios es digno de culto, de alabanza, de adoración. No podemos perder de vista nunca este enfoque: no podemos poner en el lugar de Dios la inmediatez, el poder, el dinero, la fama. Entre otras cosas porque nada de esto da la felicidad.

Pero, la tentación no descansa. Siempre busca una mejor oportunidad, e igual que en el caso de Jesús se va hasta otra ocasión más propicia. No podemos bajar la guardia.

martes, 5 de febrero de 2013

Domingo V del tiempo ordinario - Lc 5,1-11


El evangelio de este domingo comienza narrándonos que la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios. ¿Nosotros también...?

Una encuesta constata que el 80% de los practicantes católicos de Italia, Francia y España sólo se acerca a la Biblia en la misa dominical, y que únicamente el 3% la leen diariamente. La Palabra de Dios nos debería entusiasmar: hemos de sentir hambre de esta Palabra, individual y comunitariamente.

Es esta Palabra de Dios la que hace posible el «milagro»: no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes. Es posible que nuestra vida personal, familiar, eclesial... no esté fructificando lo que debe, lo que Dios quiere (no hemos cogido nada) porque no está enraizada en la Palabra de Dios. Si la Biblia no se convierte en nuestro alimento diario, en oración, en meditación, en inspiración de nuestras comunidades cristianas, en estudio, en escucha dócil de lo que el Espíritu nos quiere sugerir..., no funciona algo fundamental.

Es la Palabra de Dios la que transforma a esos pescadores asombrados y temerosos en cooperadores de Jesús; en seguidores sin excusas, sin condiciones; en predicadores de la Palabra definitiva del Reino inaugurado por Jesús.