jueves, 30 de junio de 2016

Domingo XIV del tiempo ordinario, ciclo C - Lc 10,1-12.17-20

¡Poneos en camino! Con esta arenga Jesús envía al grupo de los setenta y dos discípulos a llevar el mensaje del reino de Dios; un reino que está cerca, que ya se hace presente. No hay que esperar a la otra vida para que la situación cambie, para que la injusticia deje paso a la justicia, la guerra sea sustituida por la paz, el mal no prevalezca frente al bien, el odio desaparezca e impere el amor... Él los envía y nos envía porque confiaba en ellos y confía en nosotros. Con Jesús se inauguró el reino de Dios, aunque cada día tengamos que pedir «venga a nosotros tu reino» en la oración del Padrenuestro. Él no nos deja solos en esta titánica tarea.

La misión no es fácil: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies» No siempre será bien recibido este mensaje. Pero Jesús cuenta con nosotros, y nosotros confiamos en Él. Y, por tanto, no sólo no debemos tener miedo a las dificultades, sino que  nuestro distintivo ha de ser la alegría: estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.

A nuestro alrededor encontramos situaciones que no responden al plan amoroso de Dios (pobreza, injusticia, odio, guerra, etc.): ahí se hace presente Jesús, y ahí hemos de hacernos presentes cada uno de nosotros y de nosotras, personal y comunitariamente. Jesucristo nos impele: ¡Poneos en camino!

lunes, 27 de junio de 2016

San Pedro y san Pablo, apóstoles - Mt 16,13-19

La Tradición, la Iglesia han querido unir en una misma fiesta estas dos grandes figuras de la Iglesia primitiva: Pedro y Pablo. Las diversas lecturas de hoy nos recuerdan algunos momentos de la vida de estos dos personajes.

El evangelio nos evoca la confesión de fe de Pedro en Jesús como Mesías y como Hijo de Dios. Seguramente Pedro no es plenamente consciente del alcance de su afirmación, pero es un paso importante. Jesús le confiará el cuidado de su Iglesia.

Pedro es un hombre sencillo, de profesión pescador. Tendrá la misión de ser «piedra» fundamental en la construcción de la nueva realidad que se está inaugurando con Jesús. Tendrá que aprender que el ser dirigente de la Iglesia de Jesús no tiene nada que ver con actitudes de poder ni con imposiciones arbitrarias. El libro de los Hechos de los Apóstoles (primera lectura) lo presenta en la cárcel: el seguimiento de Jesús muchas veces no es fácil. Algo similar pasa con Pablo que en la segunda carta a Timoteo (segunda lectura) comenta su próximo martirio, después de toda una vida entregada a la evangelización.

Son dos grandes columnas de la Iglesia. Su ejemplo es un espejo donde todos debemos mirarnos: su fe, su espíritu de servicio, su afán evangelizador, su empeño en hacer presente la «Buena Noticia» de Jesús, su entrega hasta las últimas consecuencias…, son actitudes necesarias para la construcción del Reino de Dios y de un mundo más justo.

jueves, 23 de junio de 2016

Domingo XIII del tiempo ordinario, ciclo C - Lc 9,51-62

El evangelio de este domingo nos muestra cuan «humanos» son los primeros seguidores de Jesús; se parecen tanto a nosotros.

Cuando se sienten ofendidos por alguien, en este caso porque no les dan alojamiento en Samaria, su reacción es de odio y de desprecio. Incluso no dudan en querer utilizar el nombre de Dios para que castigue a los que consideran sus enemigos. Que poco entendemos la lógica de Jesús, la lógica del amor. ¡Cuantas guerras, cuantos crímenes en nombre de Dios! También en nuestros días, entre nosotros. Musulmanes, judíos, cristianos... pretendemos que Dios esté de nuestro lado, haciendo el mal a otros de sus hijos o hijas, porque es distinto/a de nosotros. ¡Cuando rechazo a alguien porque es diferente significa que no he entendido nada del mensaje de la Palabra de Dios!

Cuantas excusas, legítimas, pero excusas, para tomarnos en serio el seguimiento de Jesús. Él nos pide radicalidad (no radicalismo ni fundamentalismo) en la respuesta a su llamada. Implica romper con la lógica de la que hablábamos antes. Supone echar mano al arado sin mirar atrás. Significa empeñarse en mostrar en nuestra vida y en contagiar a los demás los valores del Reino de Dios: amor a todos, incluso a los enemigos; denuncia de las situaciones de injusticia; empeño en construir un mundo en el que todos se sientan hermanos, hijos de Dios...; aunque nos toque ir a Jerusalén.

lunes, 20 de junio de 2016

Natividad de san Juan Bautista - Lc 1,57-66.80

Río Jordán
Hoy celebramos el nacimiento de Juan el Bautista. La venida al mundo de un nuevo ser humano es normalmente motivo de gran alegría. En el nacimiento del Bautista comparten este gozo con sus padres los vecinos y parientes. Pero no todos son conscientes, aunque algunos intuyen en él algo especial, de que ha sido elegido por Dios, desde el vientre materno, para una importante misión: ser el precursor del Mesías, anunciar la inauguración del Reino de Dios en Jesús.

La madre, el padre, la familia, los amigos y conocidos se preguntan con frecuencia ante un bebé recién nacido, como en el caso de Juan Bautista: «¿Qué va a ser este niño?»

Cada uno de nosotros ha sido elegido personalmente por Dios. Dios espera mucho de ti. Y la cuestión no es que seas capaz de cosas extraordinarias. Con facilidad lo extraordinario dura poco, es como los fuegos artificiales: mucho ruido, mucha vistosidad, pero todo acaba demasiado rápido. Lo importante es que lo ordinario, lo cotidiano lo vivamos desde la perspectiva de Dios. Me explico: el plan de Dios significa que todos los seres humanos se reconozcan como hermanos, hijos de un mismo Padre. Y esto implica respeto por el otro, preocupación por sus necesidades y problemas, ponerse en la piel del otro...; y hacerlo de forma sencilla.

lunes, 13 de junio de 2016

Domingo XII del tiempo ordinario, ciclo C - Lc 9,18-24

¿Quién es Jesús? Es la pregunta que plantea el mismo Jesús a sus discípulos y es la pregunta que aún sigue siendo actual.

Para muchos Jesús es un personaje histórico de gran importancia social, incluso para algunos un revolucionario; para otros una celebridad religiosa con gran incidencia en su tiempo e incluso siglos después, que se puede poner al lado de otros como Buda, Confucio, Mahoma o incluso Gandhi o Luther King. Para nosotros, como creyentes, estas respuestas nos resultan insuficientes. Aunque eso no debe nunca significar desprecio a estas aproximaciones a la figura de Jesús de Nazaret; pueden ser un primer paso. Detrás de todas ellas –entonces y ahora– hay una cierta simpatía hacia su persona. Y eso es bueno.

Sabemos que Jesús es el «Mesías de Dios», aunque, es posible, que nosotros tampoco terminemos de entender y asumir lo que significa esto. El anuncio de su pasión, muerte y resurrección inmediatamente después de la afirmación de Pedro, indica que también los creyentes podemos confundir o tergiversar su vida y su mensaje.

Hemos de seguir preguntándonos personal y comunitariamente ¿quién es Jesús para mí, para nosotros?; ¿porqué en tantas ocasiones el mensaje de Jesús que transmitimos en nuestras vidas y en nuestras palabras es poco convincente?

lunes, 6 de junio de 2016

Domingo XI del tiempo ordinario, ciclo C - Lc 7,36–8,3

La protagonista principal del evangelio de hoy es, junto con Jesús, una mujer: Una mujer de la ciudad, una pecadora. El evangelista no nos facilita el nombre de esta mujer anónima, señalada negativamente por algunos que se creían justos y con derecho a juzgar a los demás.

Esta mujer trata a Jesús con un amor exquisito; se siente pequeña y necesitada ante la grandeza del Maestro. Se considera indigna y, por eso, baña con sus lágrimas los pies de Jesús, los cubre de besos y los unge con perfume. El narrador invita a quien lee – escucha este evangelio a identificarse con esta mujer: el arrepentimiento, el amor y el perdón son realidades que caminan juntas. Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor. Estas palabras de Jesús nos llenan de confianza y nos muestran el único camino de salvación, de perdón: el amor. No todos están dispuestos a entender esta forma profética de actuar de Jesús, no conciben que el amor es la palabra definitiva.

Aparecen junto a Jesús en este caminar del Evangelio del Reino del amor el grupo de los Doce, pero también un conjunto importante de mujeres: María Magdalena, Juana, Susana y otra muchas. El evangelista ve en estas mujeres el prototipo del discipulado.