¡Poneos en camino! Con
esta arenga Jesús envía al grupo de los setenta y dos discípulos a llevar el
mensaje del reino de Dios; un reino que está cerca, que ya se hace presente. No
hay que esperar a la otra vida para que la situación cambie, para que la
injusticia deje paso a la justicia, la guerra sea sustituida por la paz, el mal
no prevalezca frente al bien, el odio desaparezca e impere el amor... Él los
envía y nos envía porque confiaba en ellos y confía en nosotros. Con Jesús se
inauguró el reino de Dios, aunque cada día tengamos que pedir «venga a
nosotros tu reino» en la oración del Padrenuestro. Él no nos deja
solos en esta titánica tarea.
La misión no es fácil: «La
mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que
mande obreros a su mies» No siempre será bien recibido este mensaje. Pero
Jesús cuenta con nosotros, y nosotros confiamos en Él. Y, por tanto, no sólo no
debemos tener miedo a las dificultades, sino que nuestro distintivo ha de ser la alegría: estad
alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.
A nuestro alrededor encontramos
situaciones que no responden al plan amoroso de Dios (pobreza, injusticia,
odio, guerra, etc.): ahí se hace presente Jesús, y ahí hemos de hacernos
presentes cada uno de nosotros y de nosotras, personal y comunitariamente.
Jesucristo nos impele: ¡Poneos en camino!