martes, 27 de agosto de 2013

Domingo XXII del tiempo ordinario - Lc 14,1.7-14

Dos actitudes nos propone Jesús en el evangelio de este domingo: la humildad frente a la soberbia y la hospitalidad con los pobres y los últimos frente a las apariencias interesadas.

Lo nuestro, lo «natural» es que busque el primer puesto, el ser considerado, la palmadita en la espalda, la fama fácil, el que me consideren más importante que...
           
Cuantas veces mis actitudes de soberbia dificultan la convivencia familiar, profesional, comunitaria, eclesial. Y esto ocurre cuando no escucho porque qué me van a enseñar a mí, cuando critico de forma despiadada porque considero al otro una amenaza, cuando lo único que cuenta es mi criterio, cuando no soy apreciado como creo que me merezco, etc.
           
La otra actitud está en la misma línea. Jesús nos invita a estas abiertos, a ser generosos con «pobres, lisiados, cojos y ciegos». Yo, en cambio, prefiero que los que me rodean admiren mi generosidad, que elogien mi forma de ser, ser importante entre los importantes. Lo que nos propone Jesús no da prestigio, no se entera nadie y, entonces, ¿para qué sirve?
           
La perspectiva del Reino de Dios va por otro camino. Sólo tenemos cabida, junto a los pequeños, si los valores de la humildad, de la sencillez, del servicio desinteresado son prioritarios en nuestras vidas y en nuestras comunidades.

martes, 20 de agosto de 2013

Domingo XXI del tiempo ordinario - Lc 13,22-30

En el evangelio de hoy a la pregunta «Señor, ¿serán pocos los que se salven?», Jesús no responde ni que sí ni que no; al menos eso es lo que parece en una primera lectura. En un lectura más reposada nos daremos cuenta que son muchos –mejor, todos– los que estamos invitados al banquete del Reino: «vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentaran a la mesa en el reino de Dios».

Pero, hay más matices en la respuesta de Jesús. Jesús habla de esfuerzo: la salvación es un don gratuito, pero exige de nosotros una respuesta, una respuesta de amor, de amor de donación, de amor desinteresado... En mi tierra se dice, con frecuencia: «obras son amores y no buenas razones».

Y Jesús continúa, en un discurso que tiene mucho ver con el juicio final: «Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.” Pero él os replicará: “No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados”». No es difícil descubrir que está hablando de muchos que han participado de la mesa del pan de vida y de la mesa de la palabra de Dios –hoy diríamos de la Eucaristía–, pero que no son reconocidos como dignos del Reino de Dios. No es suficiente una vida de oración y de sacramentos, si en nosotros no hay un cambio definitivo, radical... No nos está pidiendo ser ni superman ni superwoman, sino algo más sencillo, pero más esencial: que toda nuestra vida y todos nuestros actos estén informados por el amor.

jueves, 15 de agosto de 2013

Domingo XX del tiempo ordinario - Lc 12,49-53

El Jesús que nos presenta hoy el evangelista Lucas es «signo de contradicción». Su «fuego purificador» mostrará la autenticidad de las personas que se llaman creyentes. Él mismo ha de pasar por un bautismo –signo del martirio que ha de sufrir–, que le produce angustia. A nadie le agradan las dificultades y menos el jugarse la vida. A cualquiera en su sano juicio le repugna el sufrimiento y la muerte, también a Jesús. Pero Él es consecuente: sabe que su forma de vivir y su predicación le llevan irremediablemente a la muerte: los poderosos de este mundo no están dispuestos a aceptar su mensaje y, menos, su estilo de vida.

La paz no se puede conseguir a cualquier precio, afirmará Jesús. Inconsciente o conscientemente nos gusta que «nos dejen en paz»; no complicarnos la existencia. La «Buena Noticia» de Jesús nos complica la vida, también en nuestros ambientes más próximos. Es posible incluso que en nuestra propia familia. Pero la pregunta que hemos de hacernos es: ¿vale la pena?. La única respuesta posible para todos los que hemos decidido consciente y voluntariamente seguir a Jesús es: ¡sí!. Sabemos, como comentábamos el domingo pasado que la auténtica felicidad y el sentido de la vida sólo lo encontraremos en hacer vida en nosotros el evangelio del Reino; en adecuar nuestra existencia a ese evangelio.

lunes, 12 de agosto de 2013

La Asunción de María - Lc 1,39-56

María, en el evangelio de hoy, aparece como la primera evangelizadora, la que hace de su vida un servicio a los demás. Ella se «pone en camino», aprisa, con prontitud. Sabe que su familiar Isabel necesita ayuda, y no se lo piensa dos veces, se dirige hacia Jerusalén, un camino de varios kilómetros, para ponerse a su servicio. María es la mujer creyente por excelencia, pero sabe que la fe implica una respuesta generosa, una demostración de amor de donación. Y, por eso, es «bienaventurada».

María proclama con su vida y con sus palabras las grandezas de Dios; un Dios que es grande porque está al lado de su pueblo, al lado de los pobres y necesitados, porque es el siempre fiel.

Y esta actitud de servicio, de disponibilidad, de ayuda la sigue ejerciendo desde el cielo, al lado de Dios Padre. Sigue atenta a nuestras necesidades, preocupada y ocupada en ayudar a los que más lo necesitan. Esto es esencialmente lo que celebramos en la fiesta de hoy.

Al estilo de vida de María estamos invitados toda la cristiandad. Cuando tres cuartas partes de la humanidad están viviendo de una forma precaria, sin lo mínimo necesario; cuando a nuestro alrededor hay tantas personas necesitadas, a causa de la inmigración, del desarraigo social, de situaciones de marginación; cuando hay tantas personas que necesitan una palabra de consuelo, de amor...; y no reacciono, es que no he entendido la Buena Nueva de Jesús, como la vivió y la sigue viviendo María.

martes, 6 de agosto de 2013

Domingo XIX del tiempo ordinario - Lc 12,32-48

En la misma línea que el domingo anterior, hoy el evangelio nos invita a no poner la confianza en los bienes efímeros: dinero, fama, placer, etc. Nos propone, como afirmábamos, otra forma de riqueza en la que no hay que temer ni que te roben, ni que se deteriore. Una riqueza en la que el hermano y la hermana necesitados son lo prioritario. Un tesoro que proporciona la auténtica felicidad y da sentido a la vida: «Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón

Jesús quiere que todos participemos del banquete del Reino, pero para ello nos exige estar preparados, vivir en la tensión de la llegada del Reino de Dios (Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas), como oramos en el Padrenuestro: Venga a nosotros tu Reino.

Como seguidores de Jesús hemos de preguntarnos, con frecuencia, dónde tenemos puesto el corazón. ¿Qué es lo prioritario en nuestra vida?. A nuestro alrededor, si no estamos (o no queremos estar) ciegos, hay muchas situaciones de injusticia, de pobreza, de marginación. No puedo pasar indiferente ante esta realidad. La responsabilidad ante estas situaciones no es una opción frente a otras, si nos tomamos en serio el mensaje de Jesús.