martes, 28 de febrero de 2012

Domingo II de Cuaresma - Mc 9,2-10

Iglesia de la Transfiguración, Monte Tabor (Israel)
La liturgia cuaresmal invita a que en este segundo domingo meditemos la escena de la Transfiguración de Jesús. Jesús, que se ha hecho acompañar por Pedro, Santiago y Juan, aparece junto a Elías y Moisés. Estos dos últimos personajes representan el profetismo y la Torá, la Ley de Dios, síntesis de todo el Antiguo Testamento. La Palabra de Dios avala la vida y la predicación de Jesús, el Hijo de Dios como confirma la voz que viene del cielo.

Los discípulos quieren quedarse allí: «¡qué bien se está aquí!», dirá Pedro. Ellos prefieren antes un Cristo glorioso que un Jesús que ha de pasar por la ignominia de la detención, del encarcelamiento, del escarnio, de la muerte en cruz. Ellos, como nosotros, escogen antes un cristianismo triunfante, sin problemas, capaz de dejar a los demás con la boca abierta… que un seguimiento de Jesús desde el servicio, desde la insignificancia, desde el arriesgar incluso la vida por los valores del Reino. La historia se repite constantemente en nuestras comunidades. Hemos de revisar nuestras prioridades.

jueves, 23 de febrero de 2012

Domingo I de Cuaresma - Mc 1,12-15

Montaña de las tentaciones
De los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) el de Marcos es el que nos narra más brevemente los cuarenta días de Jesús en el desierto, antes de comenzar su vida pública. Aunque en la brevedad descubrimos un gran contenido teológico.

Jesús tiene necesidad de retirarse al desierto, de dedicar un tiempo largo a la oración para iniciar la misión que el Padre le ha encomendado; y la oración, igual que la misión, nunca está exenta de tentaciones. El narrador nos sitúa, inmediatamente después de esta escena inicial, a Jesús proclamando la Buena Noticia de Dios: la proximidad de su Reino. Ante esta situación, frente a esta novedad los oyentes no pueden permanecer indiferentes: se impone un cambio de actitud. Esto es lo que predica Jesús: «Está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio»

La disposición a la que la Cuaresma nos invita está en esta línea: regocijarnos ante la proximidad de la Pascua, a la que este tiempo nos prepara; empeñarnos en la construcción y dilatación del Reino de Dios; vivir nuestra fe hasta las últimas consecuencias; cambiar, de una vez, nuestras actitudes aburguesadas y poco cristianas.

lunes, 20 de febrero de 2012

Miércoles de Ceniza - Mt 6,1-6.16-18

Iniciamos un nuevo tiempo de Cuaresma; uno de los llamados «tiempos fuertes» litúrgicos. La Iglesia nos propone, en este período de cuarenta días, meditar sobre los fundamentos de nuestra fe, preparándonos para el acontecimiento pascual, centro de nuestra vida cristiana, personal y comunitaria.

Una de las primeras cosas que nos recuerda el evangelio de esta celebración es la necesidad de la humildad, de «huir» de la notoriedad, del aplauso, de la fama: «no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos […]; no vayas tocando la trompeta por delante cuando hagas limosna […]; no gustes de rezar (de manera ostentosa)… para que te vea la gente […]; no andes cabizbajo y con la cara desfigurada cuando ayunes…»

La vivencia de la fe es otra cosa; la religiosidad auténtica está reñida con estas actitudes. Hay que practicar la justicia, hay que hacer oración, hay que practicar la misericordia con quien lo necesita, hay que saber desprenderse de lo superfluo… pero de forma sencilla, natural, modesta, cristiana.

martes, 14 de febrero de 2012

Domingo VII del tiempo ordinario - Mc 2,1-12


Voluntarios en Haití
Jesús, en la escena de la curación del paralítico, aparece proponiendo la Palabra de Dios, perdonando los pecados, curando. Un auténtico plan de acción para la comunidad creyente. Una comunidad que no está enraizada en la Palabra de Dios, que no ha hecho del perdón incondicional y del amor su seña de identidad, que no está atenta, de forma continua, a las necesidades del prójimo no merece el título de seguidora de Jesús.

Los que llevan al paralítico han pasado la prueba de la fe, se fían plenamente de Jesús y de su Palabra, confían, sin fisuras, en que Jesús escuchará sus suplicas, se apiadará de la necesidad de su amigo. Son capaces de entrar a su amigo, a donde está Jesús aunque sea abriéndose camino por el techo. La fe, la amistad, el amor sincero no conocen de barreras ni de impedimentos. Igual alguno de nosotros, ante las múltiples dificultades, hubiese comentado o pensado: ¡es imposible! Es probable que nos falte fe y amor de verdad.

martes, 7 de febrero de 2012

Domingo VI del tiempo ordinario - Mc 1, 40-45

Enfermo de sida
Jesús no hace ascos de enfermedades tan repulsivas como la de la lepra. Escucha los lamentos, la súplica de un necesitado y lo toca, sin preocuparse si esto significa que él quedará impuro por acercarse a un leproso. Su palabra, su gesto, su tocar limpia, purifica. Pero no quiere publicidad ni fama: «no se lo digas a nadie» Lo importante no es que la gente le admire o le alabe sino ayudar a quien lo necesita, a quien le pide auxilio.

Cuántas necesidades encontramos a nuestro alrededor y no sólo en el llamado Tercer Mundo, que también, sino muy cerca de nosotros. No podemos, no debemos pasar indiferentes ante tanto sufrimiento. El problema no es que se lo han buscado, o que son unos vagos, o sino trabajan es porque no quieren, o que mejor que se queden en su país, o… Si las necesidades de los otros, de nuestros hermanos, no nos conmueven debemos revisar si verdaderamente somos discípulos de Jesús. ¿Nos creemos, en serio, que son nuestros hermanos?