martes, 28 de febrero de 2012

Domingo II de Cuaresma - Mc 9,2-10

Iglesia de la Transfiguración, Monte Tabor (Israel)
La liturgia cuaresmal invita a que en este segundo domingo meditemos la escena de la Transfiguración de Jesús. Jesús, que se ha hecho acompañar por Pedro, Santiago y Juan, aparece junto a Elías y Moisés. Estos dos últimos personajes representan el profetismo y la Torá, la Ley de Dios, síntesis de todo el Antiguo Testamento. La Palabra de Dios avala la vida y la predicación de Jesús, el Hijo de Dios como confirma la voz que viene del cielo.

Los discípulos quieren quedarse allí: «¡qué bien se está aquí!», dirá Pedro. Ellos prefieren antes un Cristo glorioso que un Jesús que ha de pasar por la ignominia de la detención, del encarcelamiento, del escarnio, de la muerte en cruz. Ellos, como nosotros, escogen antes un cristianismo triunfante, sin problemas, capaz de dejar a los demás con la boca abierta… que un seguimiento de Jesús desde el servicio, desde la insignificancia, desde el arriesgar incluso la vida por los valores del Reino. La historia se repite constantemente en nuestras comunidades. Hemos de revisar nuestras prioridades.

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