jueves, 30 de julio de 2009

Domingo XVIII tiempo ordinario - Jn 6,24-35

Después de la multiplicación de los panes y de los peces (evangelio del domingo pasado) la gente busca a Jesús que con sus discípulos ha marchado en barca a Cafarnaún. Y allí lo encuentran.

Pero Jesús les echa en cara que lo buscan sólo porque han saciado su estómago, porque les ha solucionado el problema de ese día. Y la «Buena Noticia» de Jesús es mucho más que eso. El «Maestro» no está negando la importancia de los bienes materiales: Él se ha compadecido de ellos cuando no tenían para alimentarse. Pero quiere que amplíen su perspectiva. Les ofrece «salvación», «vida». El ser humano, en el fondo, busca respuestas existenciales, tiene «hambre y sed» de sentido. Las cosas, por muy importantes que sean, no colman esta necesidad, no dejan satisfecho.

Jesús les ofrece el «pan de Dios», el único que «da vida al mundo»; sólo este pan es capaz de saciar. La persona humana, todos y todas estamos buscando –a veces incluso sin saberlo– respuestas, sentido: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús es la respuesta, la solución definitiva; Él lo afirmará: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

martes, 28 de julio de 2009

Marta y María

Los textos más significativos que nos hablan de estas dos hermanas (hermanas también de Lázaro), discípulas de Jesús, son Lc 10,38-42 y Jn 11,19-27. Ambos textos responden a dos situaciones y a dos catequesis diferentes.

a) El primero nos presenta a Marta sirviendo a Jesús y a María escuchándole. Estas dos mujeres hospedan al Señor, quieren compartir con él la mesa, pero, sobre todo, desean escuchar sus palabras, su mensaje, la Buena Noticia del Reino de Dios.

El narrador presenta a María escuchando atentamente sus palabras, sentada a sus pies. Como una auténtica discípula, en situación de igualdad con los discípulos hombres, escucha, con gran interés, al Maestro Jesús. Marta, mientras, está sirviendo, desviviéndose por atender también a Jesús. Y protesta porque su hermana no la ayuda.

La respuesta de Jesús no es una crítica del servicio, función que estaba prácticamente reservada a las mujeres. De hecho, en otras ocasiones, pedirá a sus discípulos, hombres y mujeres, una actitud de servicio como distintivo de sus seguidores, sobre todo de los que tienen una función de liderazgo. Pero ahora quiere subrayar la primacía de la escucha de la Palabra de Dios, de la Palabra de Jesús. Es una actitud necesaria para todos sus seguidores, mujeres y hombres. Sin esa escucha atenta difícilmente se puede seguir el camino de Jesús.


b) En el segundo texto, del evangelio juánico, el tema es la resurrección. Jesús es la «resurrección y la vida» El Dios de Jesús es el Dios de la vida. Y esta vida se manifiesta en Jesús a través de sus gestos y de sus palabras. Jesús amaba a Marta, a María, a Lázaro...; nos ama a cada uno de nosotros personalmente. Es capaz de emocionarse y de llorar ante la desgracia humana: nos muestra el rostro humano del Dios de la vida. Y es capaz de transformar, como enviado del Padre, el mal en bien, el pecado en bondad, la muerte en vida.

Pero la acción gratuita de Dios, manifestada en Jesús, reclama una respuesta generosa humana. Marta, la hermana de Lázaro, responde desde la fe, desde la esperanza, desde el amor: se fía de Jesús. Pero estas actitudes las vive de una forma activa: sale al encuentro de Jesús, tiene un diálogo sincero y confiado con Él, lo comunica a su hermana. María, la otra hermana, cuando se entera que está Jesús y la llama, sale corriendo a su encuentro y se hecha a los pies del Maestro, compartiendo con Él su dolor y su confianza.

Jesús libera a Lázaro de las ataduras de la muerte; nos libera de toda esclavitud que nos oprime, nos atenaza y no nos deja vivir. En Él tenemos la esperanza de que el mal, el pecado, la muerte no tienen la última palabra.

Y estas dos mujeres nos dan una lección de auténtico discipulado.

jueves, 23 de julio de 2009

Domingo XVII tiempo ordinario - Jn 6,1-15

Hoy leemos-escuchamos el «signo» de la multiplicación de los panes y de los peces, narrado en el evangelio de Juan. Este milagro es referido por los cuatro evangelistas, con ligeros matices. En este evangelio se habla de «signo»: «al ver el signo que había hecho…» ¿Signo de qué? El narrador quiere mostrarnos una realidad más profunda que la que nos proporcionaría una lectura superficial del texto: Jesús es el «pan de vida»; es alimento para todos; es pan repartido y compartido; es Pascua definitiva, es Eucaristía.

Curiosamente, como es señalado con frecuencia en todo el evangelio juánico, los discípulos no aciertan en focalizar lo esencial de la situación que están viviendo. Felipe sólo se fija en la cuestión económica: «doscientos denarios de pan no bastan…» Andrés, en la misma línea, se queja de la escasez de medios, cuando un muchacho se presenta con «cinco panes de cebada y un par de peces»: «pero, ¿qué es eso para tantos?» Jesús, por el contrario, ha fijado su atención en la gente, en las personas, en que hay alguien (en este caso, muchos y muchas) que tiene necesidad. Eso es lo prioritario. Si no sabemos detectar lo auténticamente esencial, de nada sirve preocuparnos por los medios.

Quedémonos con esta doble reflexión que hemos señalado: Jesús es la respuesta al «hambre» de sentido en el mundo, es pan eucarístico para todos; y estemos atentos a nuestras prioridades: son más importantes las personas que los medios.

martes, 21 de julio de 2009

María Magdalena y otras discípulas

Hablar de María Magdalena significa, hoy en día, entrar en un tema controvertido. Pero no es mi intención, en este momento, participar en la discusión abierta por ciertas novelas seudo-históricas, de escaso o nulo rigor científico, sobre esta figura tan importante del Nuevo Testamento.

Y no lo hago por que me asuste el tratar el tema desde esa perspectiva, sino porque estoy convencido que es más interesante y más enriquecedor acercarnos a María Magdalena como personaje histórico, a partir de los evangelios y otras fuentes que nos pueden aportar datos fiables sobre ella.

La tesis que os quiero presentar es que María Magdalena (y de forma similar otras mujeres que aparecen en los textos del Nuevo Testamento) es una discípula de Jesús en situación de igualdad con otros discípulos varones, y que igual que ellos participa plena y activamente en el seguimiento de Jesús como discípula, testigo y evangelizadora. E incluso, en muchas ocasiones, no sólo igualándolos sino superándolos.

Deseo hacerme eco, como inicio de esta reflexión, de unas palabras de Pablo que sitúan perfectamente el punto de partida: Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gal 3,28). A partir de la «Buena Noticia» que trajo Jesús ya no sirven, quedan abolidas las diferencias de dignidad por motivos étnicos, sociales o de sexo.

- Discípula
María Magdalena, al igual que otras discípulas, sigue y sirve a Jesús, como podemos comprobar en diversos textos de los evangelios.

Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén (Mc 15,40-41 = Mt 27,55-56; cf. Mt 27,55; Lc 23,49).

Los verbos que utiliza el evangelista seguir (akoloutheo) y servir (diakoneo) son propios del discipulado, como lo demuestran los diversos lugares en que aparecen como, por ejemplo:

Ellos dejaron inmediatamente las redes y le siguieron (Mt 4,20)
Vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» El se levantó y le siguió. (Mt 9,9)
El mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve. (Lc 22,26)
Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. (Jn 12,26)
Primero se les someterá a prueba y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos (literalmente: los que sirven). (1Tim 3,10)

Es verdad que este último texto informa de una comunidad eclesial más estructurada que en los inicios del movimiento de Jesús. Pero también indica que los carismas de gobierno en la Iglesia están íntimamente relacionados con el servicio, recordando las palabras y la práctica de Jesús (cf. Jn 13,12-17).

María Magdalena es una discípula de Jesús, en pie de igualdad con otros discípulos hombres. Igual que ellos, junto con otras mujeres, sigue y sirve a Jesús. Y probablemente, igual que otra discípula con su mismo nombre, María, hermana de Marta (Lc 10,38-39), se sentaba, con frecuencia, a los pies de Jesús y escuchaba su Palabra (cf. v. 39).

- Testigo de la resurrección de Jesús
Los textos de los evangelios que nos narran las apariciones después de la resurrección de Jesús son unánimes en describirnos que los primeros testigos de la resurrección son mujeres, de la misma manera que son ellas las que han permanecido fieles durante la pasión y muerte del Maestro. Y en estas narraciones ocupa un lugar privilegiado María Magdalena.

Serán Mateo y Juan (Mt 28,1-10; Jn 20,11-18) quienes abundarán más en los detalles de este encuentro de las mujeres –y de María Magdalena, en particular– con el Resucitado; de una manera especial y delicada el autor del cuarto evangelio nos narra el encuentro de Jesús resucitado y María Magdalena.

María Magdalena y otras discípulas se convierten en testigos privilegiados del acontecimiento por excelencia: la resurrección de Jesús.

- Evangelizadora del acontecimiento pascual
Es María Magdalena, son las mujeres las enviadas por Jesús a proclamar a los Doce y a los otros discípulos que Él ha resucitado. Ninguno de los cuatro evangelios puede obviar este dato: Mt 28,1-7; Mc 16,1-7; Lc 24,1-10; Jn 20,17-18.

Precisamente por ser mujeres, su testimonio no va a ser tomado en serio: Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas. Pero todas estas palabras les parecían como desatinos y no les creían. (Lc 24,10-11)

Las posteriores apariciones de Jesús avalarán el testimonio que había sido primero revelado a las mujeres. Los apóstoles y demás discípulos tendrán que reconocer el testimonio transmitido originalmente a través de María Magdalena y otras mujeres. Por este acontecimiento los Padres de la Iglesia denominarán a María Magdalena como la «Apóstol de los Apóstoles».

- María Magdalena y las primeras comunidades cristianas
Los datos que poseemos sobre el papel de María Magdalena en las primeras comunidades cristianas son escasos. Pero, a partir de estos datos que han llegado hasta nosotros podemos esbozar algunas conclusiones.

Los datos de los evangelios nos proporcionan alguna pista fiable. Su mención, con cierta frecuencia, y encabezando las listas de las discípulas de Jesús nos permiten conocer su importancia en las comunidades donde surgieron los evangelios canónicos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Los textos que hemos mencionado, junto con el resto de citas donde aparece, nos proporcionan la evidencia de su estrecha relación con Jesús, como discípula privilegiada.

María Magdalena también es mencionada en escritos apócrifos, de los siglos II al IV aproximadamente: el Evangelio de María, el Evangelio de Pedro, el Evangelio de Felipe, la Pistis Sofía, la Sabiduría de Jesucristo o los Hechos de Felipe. Aunque la fiabilidad histórica de los datos que nos proporcionan estas obras es escasa (en algún caso ninguna), sí que podemos concluir que grupos cristianos de estos primeros siglos consideraron a María Magdalena como un referente para sus comunidades.

La figura de María Magdalena en las primeras comunidades cristianas es entendida, por tanto, como una discípula con una estrecha relación con Jesús, una mujer testigo principal de la resurrección, una evangelizadora, un testimonio importante del auténtico discipulado y un referente para las comunidades cristianas.

- Otras discípulas en el Nuevo Testamento
Ya hemos descubierto en los diversos textos de los evangelios en los que aparece María Magdalena, como no es la única discípula de Jesús.

Junto a ella aparecen nombres como Marta y María, María de Betania, María la de Cleofás, la mujer que ungió a Jesús en Betania, Juana, María la de Santiago, Salomé, la mujer samaritana y un largo etcétera.

Posteriormente, será en las comunidades paulinas donde encontraremos un discipulado femenino muy activo y en plano de igualdad con los hombres. En el final de la carta a los Romanos, Pablo envía saludos y recomendaciones, enumerando diversos colaboradores y colaboradoras en la tarea de la evangelización, donde el número de mujeres es significativo.

Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la Iglesia de Cencreas.
Recibidla en el Señor de una manera digna de los santos, y asistidla en cualquier cosa que necesite de vosotros, pues ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo.
Saludad a Prisca y Áquila, colaboradores míos en Cristo Jesús.
Ellos expusieron sus cabezas para salvarme. Y no soy solo en agradecérselo, sino también todas las Iglesias de la gentilidad; saludad también a la Iglesia que se reúne en su casa. Saludad a mi querido Epéneto, primicias del Asia para Cristo.
Saludad a María, que se ha afanado mucho por vosotros.
Saludad a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo.
Saludad a Ampliato, mi amado en el Señor.
Saludad a Urbano, colaborador nuestro en Cristo; y a mi querido Estaquio.
Saludad a Apeles, que ha dado buenas pruebas de sí en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo.
Saludad a mi pariente Herodión. Saludad a los de la casa de Narciso, en el Señor.
Saludad a Trifena y a Trifosa, que se han fatigado en el Señor. Saludad a la amada Pérside, que trabajó mucho en el Señor.
Saludad a Rufo, el escogido del Señor; y a su madre, que lo es también mía.
Saludad a Asíncrito y Flegonta, a Hermes, a Patrobas, a Hermas y a los hermanos que están con ellos.
Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, lo mismo que a Olimpas y a todos los santos que están con ellos.
Saludaos los unos a los otros con el beso santo. Todas las Iglesias de Cristo os saludan (Rm 16,1-16)

He señalado en negrita los nombres de mujeres de la lista, un total de 10 colaboradoras de Pablo en la tarea evangelizadora.

Pero también se pueden subrayar los verbos y adjetivos que el Apóstol les dedica:
- Febe: hermana y diaconisa
- Prisca: colaboradora de Pablo, junto con su esposo Áquila (aparece el nombre de ella antes que el de su marido); expusieron su cabeza por Pablo; una comunidad eclesial se reúne en su casa.
- María: que se ha afanado por la Iglesia de Roma.
- Junia (junto con Andrónico, ¿su esposo?): parientes, compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, ...)
- Trifena y Trifosa: se han fatigado en el Señor
- Pérside: trabajó mucho en el Señor
- La madre de Rufo: a la que Pablo considera su propia madre.
- Julia
- La hermana de Nereo.

La conclusión, evidente, es que el papel que jugaron las mujeres en el movimiento de Jesús y, después, en las primeras comunidades cristianas es importantísimo, al menos, tan importante como el de los hombres. Y este dato no puede pasar desapercibido a las lectoras y a los lectores actuales de la Palabra de Dios. Máxime cuando el papel religioso, cultural y social de la mujer, en la época en que se escribió el Nuevo Testamento, era de una evidente discriminación. Jesús rompió, con su mensaje y con su vida, estos moldes.

Javier Velasco-Arias

lunes, 20 de julio de 2009

Codex Sinaiticus, en Internet

Uno de los códices más importantes de la Biblia en griego, de mediados del siglo IV d.C., el Codex Sinaiticus, acaba de ser publicado en Internet. Es una muy buena noticia para todos los estudiosos de la Palabra de Dios. Las posibilidades que nos brinda Internet son inmensas para acercar la Biblia a todo el mundo, y ésta es un buen ejemplo.

El nombre del manuscrito, Sinaítico, procede del lugar donde se encontró, el Monasterio de Santa Catalina, en el monte Sinaí. En 1848 C. von Tischendor lo descubrió en un cesto de basura para quemar, concretamente 43 folios de la Biblia de los LXX, la traducción griega más antigua del Antiguo Testamento. Después de diversas dificultades consiguió la cesión del resto del preciado manuscrito.

El Codex Sinaiticus es el único códice que contiene todo el Nuevo Testamento y una gran parte del Antiguo, en letras mayúsculas griegas, distribuidas en cuatro columnas por página. También incluye la carta de Bernabé y gran parte del Pastor de Hermas.

La parte más importante de este códice está en la Biblioteca del British Museum, conservándose otros fragmentos distribuidos entre el Monasterio de Santa Catalina, la Biblioteca de la Universidad de Leipziz y la Biblioteca Nacional Rusa de San Petersburgo.

Por primera vez en la historia, desde su hallazgo, se puede tener acceso a todo este vasto material reunido, de 1.600 años de antigüedad, gracias a un acuerdo conjunto de las diversas instituciones implicadas y a las posibilidades que brinda Internet. La página a la que todo el mundo, de forma libre, puede acceder es: http://www.codexsinaiticus.org/. En la misma página (en inglés) se puede también consultar información diversa sobre el códice.

jueves, 16 de julio de 2009

Domingo XVI tiempo ordinario - Mc 6,30-34

Las prisas, el estrés, el deseo de resultados (y si son inmediatos, mejor) nos pueden quitar la tranquilidad, nos roban la paz. Algo de esto también les pasaba a los discípulos de Jesús: «eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer»

Jesús no quiere estas «intranquilidades» Se lleva a los discípulos a «un sitio tranquilo a descansar un poco»; a un «lugar tranquilo y apartado». Sabe que las prisas y los agobios no son los mejores compañeros de viaje. No podemos perder nunca esta perspectiva. Necesitamos personal y comunitariamente tiempo y lugares de sosiego. Uno de los «pecados» de nuestra sociedad actual es el activismo, también eclesialmente; pensamos que todo consiste en hacer cosas y cuanto más, mejor. El evangelio de hoy nos sugiere otro enfoque: momentos de descanso, de tranquilidad también son necesarios; ¡junto a Jesús!, como los discípulos.

No siempre es fácil. De hecho, Jesús y los discípulos se encuentran que la gente les ha seguido, se les ha adelantado: ¿adiós al sosiego? Jesús no puede «pasar» de estas personas, de tanta gente que busca una respuesta para sus vidas. Pero sí puede «dejar aparcadas» las prisas, la desazón, el desasosiego: «se puso a enseñarles con calma». Toda una lección de saber hacer.

viernes, 10 de julio de 2009

Domingo XV tiempo ordinario - Mc 6,7-13

En el evangelio de este domingo Jesús encomienda al grupo de los Doce la primera misión apostólica. Los envía «de dos en dos». Es mucho más fácil cualquier encargo misionero, apostólico, catequético… cuando cuentas con la ayuda de alguien, cuando tienes la posibilidad de compartir alegrías y adversidades, éxitos y fracasos. También posibilita el testimonio comunitario, eclesial. No podemos perder nunca de vista que nuestra labor no puede ser nunca individualista, la perspectiva eclesial es ineludible.

La tarea que les encarga Jesús es la de predicar y la de curar las enfermedades del cuerpo y del alma. La palabra siempre ha de ir acompañada de gestos. Los gestos, los hechos también «hablan» de la buena noticia del Reino. Una vida que nos responde a lo que se predica no convence. La preocupación por las necesidades del prójimo siempre ha formado parte del anuncio evangélico; con una unión indisoluble.

Y un tercer aspecto resalta el narrador del evangelio: la pobreza de medios. Llevan «para el camino un bastón y nada más» Con frecuencia nos frenamos en muchos proyectos porque no tenemos medios, porque «así no podemos». El mensaje de Jesús, como casi siempre, va en otra dirección.

¡Bienvenida!

Soy un entusiasta de la Biblia, de la Palabra de Dios, y quiero desde este blog contribuir a que ésta sea más conocida y amada.
Espero que entre todos y todas lo hagamos posible.