Después de la multiplicación de los panes y de los peces (evangelio del domingo pasado) la gente busca a Jesús que con sus discípulos ha marchado en barca a Cafarnaún. Y allí lo encuentran.
Pero Jesús les echa en cara que lo buscan sólo porque han saciado su estómago, porque les ha solucionado el problema de ese día. Y la «Buena Noticia» de Jesús es mucho más que eso. El «Maestro» no está negando la importancia de los bienes materiales: Él se ha compadecido de ellos cuando no tenían para alimentarse. Pero quiere que amplíen su perspectiva. Les ofrece «salvación», «vida». El ser humano, en el fondo, busca respuestas existenciales, tiene «hambre y sed» de sentido. Las cosas, por muy importantes que sean, no colman esta necesidad, no dejan satisfecho.
Jesús les ofrece el «pan de Dios», el único que «da vida al mundo»; sólo este pan es capaz de saciar. La persona humana, todos y todas estamos buscando –a veces incluso sin saberlo– respuestas, sentido: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús es la respuesta, la solución definitiva; Él lo afirmará: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»
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