jueves, 27 de enero de 2011

Domingo IV del tiempo ordinario - Mt 5,1-12a

Lugar donde la tradición sitúa el «Sermón de la montaña»

En este domingo comenzamos la lectura del llamado «Sermón de la montaña», en el evangelio de Mateo. Jesús, en una actitud de enseñanza, desgrana su lista de «bienaventuranzas». Es decir, explica quienes son los primeros, los afortunados, los felices en la perspectiva de Dios; que curiosamente no coincide absolutamente en nada con la lista de los que sus contemporáneos (ni nosotros tampoco) consideraban afortunados: ricos, poderosos, vividores, etc.

En realidad Jesús inaugura un nuevo estilo de vida personal y comunitario, donde desaparecen las distancias entre los desafortunados y los que viven en prosperidad. En este cambio de paradigma implica a la comunidad de sus discípulos: no hay que esperar a la otra vida para que cambien las cosas. El Reino de Dios lo inauguró ya Jesús y todos estamos llamados a hacerlo presente en este mundo, aunque en él no pueda llegar a su plenitud.

La comunidad creyente ha de sentirse llamada a continuar lo que inició Jesús. Y esto no significa sólo acoger comunitariamente y ayudar a los marginados socialmente, sino también a luchar por un mundo en el que desaparezcan todo tipo de exclusión o marginación, a hacer posible que ellos también se sientan y lo sean realmente felices. Es la voluntad de Dios, es lo que inició Jesús. No tenemos excusas que valgan.

jueves, 20 de enero de 2011

Domingo III del tiempo ordinario - Mt 4,12-13

Lago de Galilea
Juan el Bautista ha sido encarcelado. Molestan los testigos de la Palabra de Dios, sobre todo a los poderosos, que se sienten señalados. Y Jesús, por prudencia, se establece «en Cafarnaún, junto al lago (de Galilea)»

Jesús comenzará a predicar la Buena Noticia del Reino en las proximidades de este lago, y desde allí también llamará a seguirlo a sus primeros discípulos. Jesús invita a la conversión, al cambio de vida, «porque está cerca el Reino de los cielos»: una situación nueva exige una actitud nueva.

El mensaje de Jesús, esa Buena Noticia implica la liberación del mal, de todo mal, de toda injusticia; significa estar atento e involucrarse en las necesidades del prójimo, en las «dolencias del pueblo», «curarlas» a ejemplo del Maestro.

Y para eso Jesús llama a sus primeros seguidores, a Simón, a Andrés, a Santiago, a Juan...; como nos llama a cada uno de nosotros y de nosotras. Es una llamada a predicar, a vivir, a testimoniar la proximidad del Reino de Dios, en el que no habrá más injusticia, donde será respetada la dignidad de todos y de todas, en donde todos vivirán la hermandad, como hijos e hijas del único Padre común. Ellos «dejaron (barca, familia, ocupaciones, etc.)... y le siguieron». La pregunta obligada es: ¿Qué estoy yo dispuesto a dejar para hacer posible la cercanía del Reino?

jueves, 13 de enero de 2011

Domingo II del tiempo ordinario - Jn 1,29-34


El domingo pasado leímos (escuchamos) la narración del bautismo de Jesús en el evangelio de Mateo, hoy lo haremos en el de Juan.

El Bautista reconoce en Jesús al enviado del Padre, al Hijo de Dios y lo proclama a los cuatro vientos. Se convierte en testigo de esta «Buena Noticia» Lo que él hacía hasta entonces no es tan importante como la novedad que trae Jesús, de parte de Dios. Y Juan Bautista sabe pasar a un segundo plano, sabe «desaparecer» Lo que cuenta es la obra de Dios no el propio prestigio o el reconocimiento público. Comienza la vida pública de Jesús, con su «Buena Noticia» que trae de parte de Dios.

La figura de Juan Bautista es un espejo en el que la comunidad creyente, cada uno y cada una de los seguidores de Jesús nos tendríamos que ver reflejados. No siempre es fácil ser segundón, no nos gusta que nadie nos pise el protagonismo. Trabajamos por y para el Reino de Dios pero… Nos agrada nuestro minuto de gloria, el agradecimiento y estima de los demás.

En la construcción del Reino de Dios es necesario nuestro esfuerzo, es imprescindible. Aunque lo realmente importante no es mi o nuestro trabajo (aún reconociendo su carácter ineludible) sino el Reino de Dios; que la Buena Noticia de Jesús llegue a todas y a todos. Ésta es la enseñanza del Bautista.

lunes, 10 de enero de 2011

Mesa redonda sobre la exhortación apostólica «Verbum Domini»

Editorial San Pablo, Librería Paulinas y Escuela de Animación Bíblica
invitan a la presentación de la Exhortación Apostólica Post-sinodal
«Verbum Domini» (La Palabra del Señor), de Benedicto XVI,
con la participación de:

Dr. Salvador Pié-Ninot, Catedrático de la Facultat de Teologia de Catalunya y de la Gregoriana de Roma, experto del Sínodo sobre la Palabra (2008)

Javier Velasco Arias, Profesor de Biblia del ISCREB y el CEP

Dra. Mar Galceran, Directora Pedagógica del ISCREB

presenta y modera:
Quique Fernández, Coordinador de la Escuela de Animación Bíblica

Día y Hora: Martes 11 de enero de 2011, a las 20 h.
Lugar: Librería Paulinas. Rda. Sant Pere 19 Barcelona 
Tel.: 933 011 488

viernes, 7 de enero de 2011

Domingo del «Bautismo del Señor» - Mc 3,13-17


El relato del bautismo de Jesús, por parte de Juan Bautista, es una epifanía, una manifestación de la realidad profunda de Jesús. Se hacen presentes en este acto, junto a Jesús, la voz de Dios, la palabra del Padre que proclama quién es Jesús: «Este es mi Hijo amado, a quien he elegido»; y también el Espíritu Santo: el cielo se abre (y es que el cielo estaba cerrado) y baja el Espíritu de Dios sobre Jesús, de forma similar a como baja una paloma cuando desciende de su vuelo. La grandeza de Dios manifestada en un hombre sencillo, Jesús, que se acerca, de igual manera que hacen tantos, a ser bautizado, como uno más, por el Bautista.

En Jesús se ha restablecido la comunicación entre la persona humana y Dios: «el cielo se abrió» Él es la Palabra de Dios que quiere entrar en diálogo con la Humanidad, con cada uno de nosotros y de nosotras. Jesús desde la simplicidad, desde la sencillez, desde el abajamiento nos muestra cuál es el camino para este diálogo: un diálogo entre Dios y el ser humano, pero también un diálogo entre nosotros los humanos. No es posible este encuentro dialogal sin adoptar las mismas actitudes que Jesús. La imposición, el autoritarismo, la prepotencia, el creernos los mejores o los poseedores de la verdad… sólo dificultan (o incluso imposibilitan) esta tarea que Jesús y la Trinidad al completo priorizaron.

martes, 4 de enero de 2011

Fiesta de la «Epifanía del Señor» - Mt 2,1-12


Hoy es un día especial, de intensa ilusión, sobre todo para lo más pequeños. Y hay que explicar a los niños (y a los mayores) que los «reyes magos» sí existen: unos sabios de Oriente, hace más de dos mil años, hicieron un largo viaje a Israel para agasajar y adorar a un niño, y ese niño era el Hijo de Dios. Y desde entonces cada Navidad, en este día, lo celebramos. Es un momento para releer en familia el texto del evangelio de esta festividad. Y es una oportunidad para hacer catequesis sobre el significado profundo de esta celebración: la epifanía o manifestación del Señor.

El narrador nos muestra como un pequeño grupo de personas extranjeras, unos sabios de Oriente, se toman más en serio el acontecimiento del nacimiento del Mesías que los dirigentes políticos e incluso los religiosos de Israel. Estos extranjeros son capaces de hacer un largo camino, de buscar, de investigar… por que tienen «hambre y sed» de verdad, porque están buscando algo o alguien que dé sentido a su existencia. Y se encuentran con Jesús. En cambio los poderosos e incluso algunas (o muchas) de las personas religiosas de siempre no acceden a esa experiencia, están muy ocupados en sus cosas.

Hemos de reivindicar la figura de estos personajes tan singulares, porque nos enseñan que la venida de Jesús, su mensaje, la «Buena Noticia» del Reino de Dios vale la pena; porque no ahorran esfuerzos para encontrarla y cuando lo hacen se arrodillan ante la grandeza de Dios que se manifiesta habitualmente en las cosas pequeñas, en este caso en un niño con su madre. Y ese niño es el Hijo de Dios.

sábado, 1 de enero de 2011

Domingo II después de Navidad - Jn 1,1-18


No siempre nos tomamos en serio en nuestra vida y en nuestras comunidades, parroquias, grupos, asociaciones… la Palabra de Dios, al menos en la importancia que tiene y que debería tener entre nosotros. Esa Palabra de Dios, cuyo rostro es Jesús mismo, ha sido rechazada, no por las tinieblas que «no han podido apagarla», sino por los suyos, las personas creyentes: «vino a los suyos, pero los suyos no la recibieron»

Ya san Jerónimo (s. IV), que consagró toda su vida al estudio de la Biblia, afirmaba: «No conocer las Escrituras es no conocer a Cristo», subrayando la íntima conexión entre Jesús, Palabra viva del Padre, y Biblia, Palabra revelada por Dios.

Jesús, Palabra de Dios, vino a nosotros, se hizo uno de los nuestros, ha querido quedarse con nosotros. El evangelista señala la necesidad de acoger a Jesús, de estar atentos a su mensaje, a la «Buena Noticia» que proclama, a su persona: el Padre quiere que aceptemos y entendamos su paternidad amorosa, manifestada en Jesús. Desea que aceptemos ese hermoso y exclusivo regalo: «el privilegio de llegar a ser hijos de Dios».

La grandeza de este Dios, y de su enviado e Hijo Jesucristo, la descubriremos diariamente en la lectura y meditación de la Palabra de Dios.