jueves, 13 de enero de 2011

Domingo II del tiempo ordinario - Jn 1,29-34


El domingo pasado leímos (escuchamos) la narración del bautismo de Jesús en el evangelio de Mateo, hoy lo haremos en el de Juan.

El Bautista reconoce en Jesús al enviado del Padre, al Hijo de Dios y lo proclama a los cuatro vientos. Se convierte en testigo de esta «Buena Noticia» Lo que él hacía hasta entonces no es tan importante como la novedad que trae Jesús, de parte de Dios. Y Juan Bautista sabe pasar a un segundo plano, sabe «desaparecer» Lo que cuenta es la obra de Dios no el propio prestigio o el reconocimiento público. Comienza la vida pública de Jesús, con su «Buena Noticia» que trae de parte de Dios.

La figura de Juan Bautista es un espejo en el que la comunidad creyente, cada uno y cada una de los seguidores de Jesús nos tendríamos que ver reflejados. No siempre es fácil ser segundón, no nos gusta que nadie nos pise el protagonismo. Trabajamos por y para el Reino de Dios pero… Nos agrada nuestro minuto de gloria, el agradecimiento y estima de los demás.

En la construcción del Reino de Dios es necesario nuestro esfuerzo, es imprescindible. Aunque lo realmente importante no es mi o nuestro trabajo (aún reconociendo su carácter ineludible) sino el Reino de Dios; que la Buena Noticia de Jesús llegue a todas y a todos. Ésta es la enseñanza del Bautista.

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