Lugar donde la tradición sitúa el «Sermón de la montaña» |
En este domingo comenzamos la lectura del llamado «Sermón de la montaña», en el evangelio de Mateo. Jesús, en una actitud de enseñanza, desgrana su lista de «bienaventuranzas». Es decir, explica quienes son los primeros, los afortunados, los felices en la perspectiva de Dios; que curiosamente no coincide absolutamente en nada con la lista de los que sus contemporáneos (ni nosotros tampoco) consideraban afortunados: ricos, poderosos, vividores, etc.
En realidad Jesús inaugura un nuevo estilo de vida personal y comunitario, donde desaparecen las distancias entre los desafortunados y los que viven en prosperidad. En este cambio de paradigma implica a la comunidad de sus discípulos: no hay que esperar a la otra vida para que cambien las cosas. El Reino de Dios lo inauguró ya Jesús y todos estamos llamados a hacerlo presente en este mundo, aunque en él no pueda llegar a su plenitud.
La comunidad creyente ha de sentirse llamada a continuar lo que inició Jesús. Y esto no significa sólo acoger comunitariamente y ayudar a los marginados socialmente, sino también a luchar por un mundo en el que desaparezcan todo tipo de exclusión o marginación, a hacer posible que ellos también se sientan y lo sean realmente felices. Es la voluntad de Dios, es lo que inició Jesús. No tenemos excusas que valgan.
Todos somos iguales a los ojos de Dios, nuestro Señor. Si tomáramos en cuenta eso y nos concienciáramos viviriamos mejor.
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