lunes, 30 de noviembre de 2015

Domingo II de Adviento, ciclo C - Lc 3,1-6

El evangelista Lucas nos encuadra cronológica e históricamente la escena. Lo hace desde la perspectiva universal y política (el Imperio romano y los diversos gobiernos locales), y desde la religiosa (el Sumo sacerdote del Templo de Jerusalén). El proyecto de Dios, la historia de la salvación, se realiza en el tiempo y en la historia humanos, transformándolos.

La figura de Juan Bautista es esencial en este tiempo de Adviento, de espera. Él invita a «preparar el camino del Señor». Aunque corre el peligro de convertirse en una voz ahogada, ignorada, sólo «una voz que grita en el desierto»

Haciéndose eco del clamor profético de Isaías proclama la exigencia de cambio radical para poder recibir al Señor: unas veces significará allanar, aplanar, enderezar, igualar (en cuantas ocasiones en nuestra vida hay asperezas, malas formas, peor carácter, somos con frecuencia retorcidos...); otras comportará descender, abajarse (falta sencillez, cuanta prepotencia, nos sentimos superiores a los otros...); pero también procederá en alguna ocasión elevarse (dejarse de complejos, somos hijas e hijos de Dios, tenemos una dignidad indiscutible...).

La liturgia de este tiempo de Adviento invita a cambiar de vida, pero no de una manera superficial, sino profunda.

martes, 24 de noviembre de 2015

Domingo I de Adviento, ciclo C - Lc 21,25-28.34-36

El texto «apocalíptico» del evangelio de este domingo no intenta asustar a los que lo leen o escuchan. No es como esas películas, con títulos apocalípticos, que buscan mantener en una tensión de miedo continuo al espectador. Nada de eso. El evangelista afirma rotundamente: «levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación»

La venida de Jesús, el Cristo, el Hijo del hombre, es un signo de esperanza, una llamada a la resistencia en un mundo injusto y opresor. Así leían estos textos las primeras comunidades cristianas, muchas veces perseguidas y oprimidas por los poderosos de turno. De forma similar los siguen haciendo suyos muchas comunidades actuales, especialmente del llamado Tercer mundo (también del Cuarto, dentro de nuestras «sociedades del bienestar»), desde su experiencia de «asfixia» de los derechos humanos, de anhelo de vivir libremente los valores del Reino, de hallarse en una situación de injusticia generalizada…

Quienes han de temer son los que provocan estas situaciones y los que las consienten desde sus silencios culpables… El mensaje de Jesús indica que esa situación no es definitiva, ni tampoco se ha de esperar a la otra vida para que cambie. Dios está del lado de los que la sufren; hay que resistir, es posible la esperanza. La comunidad eclesial, cada seguidor y cada seguidora de Jesús se han de implicar en ello, para que la afirmación de Jesús, «se acerca vuestra liberación», no sea una quimera.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Jesucristo, Rey del universo - Jn 18,33b-37

El evangelio que la liturgia propone para este domingo, fiesta de «Jesucristo, Rey del universo», forma parte del interrogatorio de Pilato a Jesús. La escena no es precisamente de «realeza», al menos según los parámetros habituales. Sobre Jesús pende una condena a muerte, que Pilato ha de ratificar para hacerse efectiva.

La «realeza» de Jesús está relacionada con la verdad, con su anuncio, con la predicación del la Buena Noticia del Reino: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.» La respuesta de Jesús resulta incomprensible para Pilato y para los que le acusan. No son capaces de «sintonizar» con lo que expresa Jesús a través de sus palabras y de sus gestos. Jesús es testigo de la Verdad, de la Verdad de Dios, del Padre.

El reino de Dios no tiene nada que ver con demostraciones de poder y de fuerza. Su Reino es de amor y de paz. En este reino el Rey tiene más de Padre, de papá (Abbá), que de monarca absolutista. En este reino es reconocida la dignidad (la realeza) de todos los «súbditos». Su Rey ha venido a servir, no a ser servido.

Cuando entendamos plenamente esta realidad en nuestras comunidades todo cambiará. Cuando todos los que tenemos una responsabilidad eclesial, sea la que sea (catequista, animador litúrgico, presbítero, obispo, etc.), asumamos la actitud de servicio de Jesús, no como meras palabras bonitas, la Iglesia y el mundo cambiará.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Domingo XXXIII del tiempo ordinario, ciclo B - Mc 13,24-32

Arco de Tito (detalle)
Este domingo leemos / escuchamos un fragmento del llamado «sermón escatológico», del evangelio de Marcos. Y la primera observación es que no debemos impresionarnos con el lenguaje apocalíptico del texto y descuidar el mensaje de esperanza que encierra.

El profeta Daniel (primera lectura) habla de «tiempos difíciles» y el evangelista de «aquellos días de gran angustia». El contexto, por tanto, de ambos, es de una situación de gran dificultad, de persecución, de injusticia generalizada. La comunidad de creyentes está sufriendo esta situación. Cuantas mujeres y cuantos hombres, también actualmente, soportan condiciones de opresión, de injusticia, de miedo, de tragedia en sus vidas y en la de sus seres queridos…

El mensaje del evangelio es de resistencia y de esperanza. El mal no tiene la última palabra. La historia está en las manos de Dios. Han de resistir, han de luchar. La victoria, al fin, será del bien. Cuantas comunidades, cuantas personas, hoy en día, ven en estos textos bíblicos su consuelo, su fuerza y su esperanza.

martes, 3 de noviembre de 2015

Domingo XXXII del tiempo ordinario, ciclo B - Mc 12,38-44

Ricos y pobres
En el evangelio de este domingo encontramos un fuerte contraste: por un lado los escribas y gente rica, por otro una viuda pobre.

Los escribas, nos cuenta el evangelista, les gusta alardear; les agrada la fama, los puestos de honor; les encanta que los demás hablen bien de ellos y los tengan por personas de bien; pero, en realidad, son injustos en su forma de actuar. Todo es apariencia externa. De forma similar, en la escena de «Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas», son presentados un grupo de ricos, de acaudalados, que de forma ostentosa echan al arca sus grandes limosnas, cosa que no afectará prácticamente a su boyante economía.

Entra en escena una viuda pobre. Dos palabras, viuda y pobre, que concretan la situación de precariedad extrema del personaje. Pero su pobreza no llega a su corazón, es de una grandeza a la que no llega ninguno de los personajes anteriores. Su ofrenda es pequeña, dos monedas insignificantes, pero ha implicado su vida, su futuro: «ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir», dirá Jesús.

La narración invita a un serio examen de conciencia. ¿Hasta dónde estoy dispuesto a ser generoso con mi dinero, con mi tiempo, con mi vida…? Recuerdo un comentario de alguien muy querido que decía: «hasta que me duela»

domingo, 1 de noviembre de 2015

Conmemoración de Los fieles difuntos - Jn 14,1-6

Estoy convencido que nuestros difuntos, familiares y amigos, por los que hago oración hoy (y en tantas ocasiones) ya han sido honrados en la fiesta de ayer, de «todos los santos»; ya disfrutan de la plenitud del amor que es el cielo, que es Dios.

La fe nos hace percibir que somos «ciudadanos del cielo» (segunda lectura); aunque, eso sí, pisando firmemente con los pies en la tierra. Nos fiamos de Jesús, y Él afirma que «en la casa de mi Padre hay muchas estancias»; hay sitio para todos y todas. El «camino» nos lo mostró Jesús, mejor, es Jesús.

Jesús es el camino, el auténtico camino, que nos lleva a la verdad, a la verdad en plenitud. Su persona, su mensaje, su proyecto no son una quimera. Otro mundo es posible, es factible una realidad más justa, donde sea respetada la dignidad de cada persona, de cada individuo, donde cada ser humano considere hermano a cualquier otro ser humano. Los discípulos y discípulas de Jesús tenemos la tarea, el compromiso de hacerlo posible. Ese «camino», esta «verdad» nos llevarán a la «vida», a la auténtica «vida», a la «Vida» con mayúscula. Nuestros seres queridos, que nos han «dejado» momentáneamente, ya están disfrutando de esa Vida, que comenzaron a construir aquí.