viernes, 7 de enero de 2011

Domingo del «Bautismo del Señor» - Mc 3,13-17


El relato del bautismo de Jesús, por parte de Juan Bautista, es una epifanía, una manifestación de la realidad profunda de Jesús. Se hacen presentes en este acto, junto a Jesús, la voz de Dios, la palabra del Padre que proclama quién es Jesús: «Este es mi Hijo amado, a quien he elegido»; y también el Espíritu Santo: el cielo se abre (y es que el cielo estaba cerrado) y baja el Espíritu de Dios sobre Jesús, de forma similar a como baja una paloma cuando desciende de su vuelo. La grandeza de Dios manifestada en un hombre sencillo, Jesús, que se acerca, de igual manera que hacen tantos, a ser bautizado, como uno más, por el Bautista.

En Jesús se ha restablecido la comunicación entre la persona humana y Dios: «el cielo se abrió» Él es la Palabra de Dios que quiere entrar en diálogo con la Humanidad, con cada uno de nosotros y de nosotras. Jesús desde la simplicidad, desde la sencillez, desde el abajamiento nos muestra cuál es el camino para este diálogo: un diálogo entre Dios y el ser humano, pero también un diálogo entre nosotros los humanos. No es posible este encuentro dialogal sin adoptar las mismas actitudes que Jesús. La imposición, el autoritarismo, la prepotencia, el creernos los mejores o los poseedores de la verdad… sólo dificultan (o incluso imposibilitan) esta tarea que Jesús y la Trinidad al completo priorizaron.

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