lunes, 13 de julio de 2015

Domingo XVI del tiempo ordinario, ciclo B - Mc 6,30-34

Las prisas, el estrés, el deseo de resultados (y si son inmediatos, mejor) nos pueden quitar la tranquilidad, nos roban la paz.  Algo de esto también les pasaba a los discípulos de Jesús: «eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer»

Jesús no quiere estas «intranquilidades» Se lleva a los discípulos a «un sitio tranquilo a descansar un poco»; a un «lugar tranquilo y apartado». Sabe que las prisas y los agobios no son los mejores compañeros de viaje. No podemos perder nunca esta perspectiva. Necesitamos personal y comunitariamente tiempo y lugares de sosiego. Uno de los «pecados» de nuestra sociedad actual es el activismo, también eclesialmente; pensamos que todo consiste en hacer cosas y cuanto más, mejor. El evangelio de hoy nos sugiere otro enfoque: momentos de descanso, de tranquilidad también son necesarios; ¡junto a Jesús!, como los discípulos.

No siempre es fácil. De hecho, Jesús y los discípulos se encuentran que la gente les ha seguido, se les ha adelantado: ¿adiós al sosiego? Jesús no puede «pasar» de estas personas, de tanta gente que busca una respuesta para sus vidas. Pero sí puede «dejar aparcadas» las prisas, la desazón, el desasosiego: «se puso a enseñarles con calma». Toda una lección de saber hacer.

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