martes, 14 de enero de 2014

Domingo II del tiempo ordinario, ciclo A - Jn 1,29-34

Juan Bautista da testimonio de Jesús: el importante, el definitivo es Jesús, el Hijo de Dios. No le afecta perder «clientes» para que sigan a Jesús. Juan no se predica a si mismo, con apariencias de piedad.

Lo primordial es la voluntad de Dios, aunque se olviden de mí. Nos cuesta entender esto: nos gusta que nos reconozcan, la «palmadita en la espalda», que hablen bien de nosotros... Y si no lo hacen nos duele y caemos en la crítica fácil. En el fondo nos buscamos más a nosotros mismos que el hacer el bien desinteresado o la evangelización sin recompensa inmediata. La actitud del Bautista es bien distinta.

Jesús es quien trae la liberación definitiva, también de nuestros egoísmos y egocentrismos. Él es la respuesta definitiva a la búsqueda de sentido del ser humano. Estamos llamados a dar testimonio de esta realidad y a proclamarlo explícitamente (salmo responsorial): «He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes»

El mal del mundo es derrotado en la acción liberadora de Jesús, ésta es la proclamación de Juan Bautista. Ésta ha de ser nuestra convicción, nuestro anuncio, el testimonio de nuestra vida.

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