Río Jordán |
Jesús se presenta en el Jordán,
ante Juan Bautista, como uno más, «para que lo bautizara». En este acto
sencillo, humilde, se produce una gran teofanía –la manifestación de Dios
trinitario–, la Palabra
del Padre avalando la misión del Hijo, de Jesús, y la acción del Espíritu Santo
que desciende del cielo y se hace presente también en Jesús.
Las palabras y las acciones de
Jesús en toda su vida pública, que se inicia con el bautismo a orillas del
Jordán –episodio al mismo tiempo sencillo
y sublime–, van a estar caracterizadas por un respeto exquisito por las
circunstancias concretas de cada persona, con una atención especial a los
débiles, a los sencillos, a los humildes, como nos recuerda la profecía
mesiánica de Isaías (primera lectura): «la caña cascada no la quebrará, el
pábilo vacilante no lo apagará». A ellos y a todos ofrecerá una «Buena Nueva»
de salvación, de liberación.
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