martes, 28 de enero de 2014

Domingo, fiesta de la Presentación del Señor - Lc 2,22-40

Una de las fiestas más antiguas del cristianismo es la de la «Presentación del Señor», que este domingo celebramos. El evangelista y la tradición la han unido a la de la purificación de María. También es conocida como la fiesta de la Candelaria o de la Luz.

Junto a Jesús niño, María y José, el narrador bíblico introduce dos personajes ancianos: Simeón y Ana. Ambos son capaces de percibir la singularidad del niño presentado por sus padres en el Templo de Jerusalén. Son dos personas sencillas, piadosas... Ambos están abiertos a la voz del Espíritu Santo; los dos hablan con la Palabra de Dios en sus bocas. 

Simeón «profetizará» tanto la salvación que inaugurará Jesús, como su final trágico, que padecerá de una manera especial, junto a Jesús, su madre, María.

Toda una escena llena de contenido de fe, de humildad, de sencillez, de Palabra de Dios. Para la mayoría pasó desapercibido. Y es que la grandeza de Dios se manifiesta en lo pequeño. Y sólo los pequeños la perciben.

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