jueves, 4 de marzo de 2010

Domingo III de Cuaresma - Lc 13,1-9

Jesús advierte contra la crítica fácil, también en ambientes de creyentes. Todos, sin excepción, somos pecadores; nos lo recuerda el evangelio de este domingo. Aún más, los creyentes no somos mejores que los demás; no nos podemos creer esa falacia. Nuestra vida, con frecuencia, queda lejos de estar orientada hacia el bien.

La realidad es que Dios tiene con nosotros una paciencia infinita: «tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro.» Cuantas veces nuestra vida está llena de propósitos que no han pasado de eso, de propósitos. Pero el Señor siempre está ahí, a nuestro lado, contando con nosotros, ofreciéndonos una nueva oportunidad.

Esta narración no es una constatación pesimista de nuestra realidad cotidiana, personal y comunitaria, como puede parecer lo que hemos comentado hasta ahora. Es una llamada a la esperanza: las cosas pueden cambiar, en nuestra vida, en la comunidad. Dios cuenta con nosotros, con nosotras, para llevar su plan amoroso a toda la humanidad.

Dios no es una voz acusadora, sino amorosa, paciente. Está dispuesto a ofrecernos siempre una segunda oportunidad, una tercera, una… Pero, ¿le vamos a hacer esperar eternamente?

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