martes, 26 de enero de 2016

Domingo IV del tiempo ordinario, ciclo C - Lc 4,21-30

El texto que leemos este domingo es continuación del domingo pasado. La actualidad de la Buena Noticia que trae Jesús en muchos se traduce en admiración y aprobación. Jesús invita a que las cosas cambien, a reconocer la actualidad transformadora de la Palabra de Dios.

Pero este entusiasmo parece que no es general. Hay un grupo, seguramente muy influyente, que busca desacreditar a Jesús. Se preguntan, o mejor preguntan públicamente, en qué es diferente Jesús a los demás, para arrogarse una dignidad que según ellos no le corresponde. Cómo va a ser el Mesías un artesano manual, el hijo de un carpintero. Que difícil resulta a veces descubrir la acción de Dios en lo cotidiano, en lo sencillo, en lo aparentemente no importante.

Jesús se asombra de la incredulidad, de la falta de fe de sus paisanos. Es imposible que se manifieste la acción de Dios cuando no hay fe. Sus compatriotas no entienden que Dios se muestre en lo sencillo, en la humildad, en lo simple.

Y, en cuantas ocasiones, las actitudes de cerrazón desembocan en ira, en violencia, en falta de respeto hacia el otro; como las de estos paisanos de Jesús. Él no se puede manifestar en este ámbito: se abrió paso entre ellos y se alejaba.

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