martes, 11 de diciembre de 2012

Domingo III de Adviento - Lc 3,10-18

Seguimos meditando el ministerio de Juan Bautista. Él tiene la misión de preparar el camino a la llegada del Mesías, e invita a todos los que le salen al paso a cambiar de actitud: compartir con quien tiene menos, ser honrados, hacer el bien, practicar la justicia… Valores humanos, que nos hablan de realidades divinas.

A Juan Bautista no le preocupa el propio prestigio, ni la fama, sino la estricta voluntad de Dios, el plan salvífico para la Humanidad. El bautismo de Juan es de arrepentimiento, de conversión, de invitación a una nueva vida, de preparación. Pero el bautismo que traerá Jesús será vida, acción del Espíritu Santo, fuego transformador de las conciencias y de las personas.

La liturgia de estos domingos nos invita a estar expectantes, esperanzados en que es posible una nueva realidad, la inauguró Jesús, y eso es lo que vamos a celebrar en esta Navidad, en cada Navidad. También nos implica, nos compromete en esta nueva realidad, en participar en ella, en contribuir a hacerla posible.

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