martes, 27 de marzo de 2012

Domingo de Ramos - Mc 14,1–15,47

Mañana iniciamos la «Semana santa» en la que la Iglesia actualiza la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Este domingo es anticipo de estas realidades. Escucharemos, en la procesión de palmas y de ramos de olivo, el evangelio de la entrada de Jesús en Jerusalén, en el que aparece aclamado por el pueblo: «Los que iban delante y detrás gritaban: “Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en el cielo!”» Es un acto de fe en Jesús, aunque parezca, entonces y ahora, algo folclórico. Jesús, y los evangelistas que lo narran, no rechazan estas manifestaciones. No podemos olvidarlo.

Aunque será el evangelio que escucharemos en la Eucaristía, el de la Pasión, el que mejor expresará la fuerza dramática de esta semana que iniciamos. Un drama que se agudiza porque es traicionado por uno de sus íntimos, por uno del grupo de los Doce, y será negado y abandonado por el resto. Hemos de estar dispuestos a zancadillas y traiciones en la comunidad, en la Iglesia, sin perder la fe.

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