martes, 24 de enero de 2012

Domingo IV del tiempo ordinario - Mc 1, 21-28

Sinagoga actual en Israel
Jesús comienza su vida pública, en la narración del evangelio de Marcos, yendo con los discípulos que ha elegido y le han seguido (como vimos en el evangelio del domingo pasado) a la sinagoga de Cafarnaún. Como buen judío participa los sábados en la liturgia sinagogal. La sinagoga es el lugar de la Palabra, donde se lee, se ora, se comenta y se vive alrededor de los textos bíblicos. Jesús aprovecha esta circunstancia para predicar la Buena Noticia del Reino, fundamentada en la Palabra de Dios.

Pero las palabras no son suficientes, ni siquiera la Palabra de Dios si ésta no va acompañada de unas actitudes existenciales. Jesús predica pero también actúa. Está atento a las necesidades de los demás. Y cura, y se opone al mal en cualquier forma que éste se presente. Jesús es la Palabra de Dios hecha carne, hecha vida.

Hemos de descubrir la centralidad de la Palabra de Dios en nuestras vidas, en la comunidad. Y cómo esta Palabra de Dios tiene más fuerza que el mal, nos abre a las necesidades del prójimo, nos hace ser mejores y más solidarios.

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