martes, 2 de noviembre de 2010

Fiesta de «Todos los fieles difuntos» - Jn 14,1-6


La Iglesia católica sitúa la fiesta de los fieles difuntos inmediatamente después de la de todos los santos. De hecho es costumbre popular comenzar a visitar los cementerios en la fiesta de ayer, aprovechando que es un día festivo, no laboral. De manera que nuestros difuntos son ya vistos, en la conciencia popular, formando parte de la lista de los que están anotados en el «Libro de la vida». Esa es nuestra esperanza y en esa línea se insertan nuestras oraciones por los difuntos en general y por los más cercanos –familiares y amigos– en particular. Nos fiamos de la palabra de Jesús, que afirma que «en la casa de mi Padre hay muchas estancias»

Aunque lo central del mensaje de Jesús, en el evangelio de hoy, es su afirmación tajante: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» Él es la auténtica vida, la definitiva, la que no se acaba nunca. Esa es nuestra convicción más profunda. Pero previamente he de entender que Él es el camino, el camino de la verdad. De la verdad de mi vida, para que mi existencia tenga sentido. El camino de Jesús no es una opción más en mi vida creyente, en nuestro quehacer comunitario, eclesial. El camino que escogió Jesús, su opción por los más necesitados, su apuesta por los valores del Reino, su compromiso por la fraternidad universal no es una elección entre muchas posibles, es la elección, es el camino. Jesús no es «un» camino entre otros para nosotros creyentes en Jesús, es «el» camino.

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