jueves, 1 de abril de 2010

Viernes Santo - Jn 18,1–19,42

Volvemos a leer – escuchar el relato de la Pasión, pero esta vez según el evangelio de Juan que se repite cada «Viernes Santo»; el Domingo de Ramos lo escuchamos según Marcos (el propio del ciclo litúrgico B).

Quiero resaltar algún aspecto; el querer detenerse en todo, en un comentario breve, resulta algo difícil. El evangelista quiere subrayar dos actitudes bien distintas ante una situación que requiere un testimonio claro. A Jesús le buscan para hacerle prisionero, para torturarlo, para darle muerte… Es el epílogo de una vida puesta al servicio de los demás, fiel a la voluntad de Dios-Padre y, por eso, a los que preguntan por él responde: «Yo soy». No se esconde, ni esconde su íntima realidad. «Yo soy» nos habla de una alta cristología, de su divinidad; aunque ahora fijaremos la atención prioritariamente en su testimonio de la verdad. A Simón Pedro le interrogan sobre su relación con Jesús. Ahora la respuesta, por el contrario, no nace del amor a la verdad si no del miedo, un miedo paralizador; a la pregunta de si es discípulo de Jesús contestará: «No lo soy».

Dos respuestas, dos actitudes: «Yo soy»; «no lo soy». La Semana Santa es un momento privilegiado para meditar cuál es mi respuesta ante las situaciones difíciles, ante una demanda de testimonio cristiano, ante las necesidades del prójimo…

La respuesta de Jesús lleva a la vida, a la resurrección; la de Pedro, no. Aunque siempre es posible arrepentirse, cambiar de actitud, volver a empezar… como Pedro.

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