Hoy la liturgia dominical nos propone meditar un fragmento del «discurso de despedida» de Jesús, narrado en el evangelio de Juan.
El Maestro lega a sus discípulos su mejor regalo: el «mandamiento nuevo». Jesús les propone el precepto del amor. Pero, ¿dónde está la novedad? Ya el Antiguo Testamento hablaba del amor al prójimo, y Jesús se había hecho eco de ello cuando le preguntaron cuál era el primer mandamiento.
La novedad del mandato de Jesús está en el cómo de este amor: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado» Jesús les sugiere (nos sugiere) una nueva forma de amar. La medida es el amor de Cristo; un amor capaz de entregar incluso hasta la vida, de darse sin reservas.
El «signo» substancial de la comunidad cristiana será éste: la manera de amar; la radicalidad en el amor. Nuestras comunidades deben hacer examen de conciencia sobre este precepto del Señor; preguntarnos si es nuestra seña de identidad. Sólo cuando hayamos asumido este reto daremos un testimonio convincente de nuestra fe, de nuestra esperanza, de nuestro amor.
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