martes, 20 de diciembre de 2016

Natividad del Señor - Jn 1,1-18

Lugar del nacimiento de Jesús
En el evangelio de la misa del día de Navidad se lee el prólogo del evangelio de Juan. Jesús, la Palabra viva de Dios, se hace presente entre nosotros, «acampa» en medio nuestro. Pero, curiosamente, pasa casi desapercibida: no la conocemos; no la recibimos.

Cuantos/as cristianos/as –incluso de los/as de misa dominical– no hacen (no hacemos) de la Palabra de Dios el centro de sus vidas: no leen con frecuencia (¿diaria?) la Biblia, no  la contemplan, no hacen oración con ella, no la comparten en grupos de reflexión, no la viven...

El recibir a Jesús, el reconocer en Él la Palabra creadora y definitiva del Padre nos da el «poder para ser hijos de Dios». La oferta es generosa; la respuesta está en nuestra mano. En Jesús, en su Palabra, encontramos la respuesta a los anhelos humanos, el sentido a la existencia.

Su Palabra nos muestra el camino para reconocer en cada ser humano a mi hermana, a mi hermano. Nada de lo que le pasa a mi hermana/o me es indiferente. Jesús ha nacido, es uno de los nuestros, pero, al mismo tiempo, es el Hijo de Dios, quien nos ha mostrado al Padre, el que nos «lo ha dado a conocer », quien nos ha enseñado cómo Dios-Padre nos ama y cómo quiere que nosotros amemos.

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