miércoles, 7 de diciembre de 2016

Domingo III de Adviento, ciclo A - Mt 11,2-11

En el evangelio de este domingo se nos narra cómo Juan Bautista, desde la cárcel, envía a sus discípulos a preguntar por la identidad de Jesús. ¿Responde a las esperanzas del pueblo o no? Jesús no replica con un discurso cargado de razones, de argumentos; les invita a observar y a escuchar. Su respuesta es una invitación a percibir cómo el poder misericordioso de Dios actúa en él, a favor del ser humano necesitado (ciegos, inválidos, leprosos, sordos, etc.) y, al mismo tiempo, a escuchar la Palabra de Dios, la Buena Noticia del Reino de Dios, proclamada a los pobres, a aquellos que son capaces de escucharla y vivirla.

Pero hay otra forma de «ver» que dificulta e incluso imposibilita descubrir la acción de Dios en los acontecimientos cotidianos: la curiosidad malsana, el cotilleo, el ansia de novedades... : «¿Qué salisteis a contemplar...? ¿Qué fuisteis a ver...?»

La vida del seguidor o seguidora de Jesús, personal y comunitariamente, debe responder de forma similar a como lo hizo Jesús a los enviados del Bautista. El testimonio de una existencia al servicio de los demás y la centralidad de la Palabra de Dios –vivida, compartida y proclamada– ha de ser nuestro distintivo. La respuesta a las aspiraciones humanas más profundas –también hoy– está en Jesús. Nuestra vida debe mostrar el camino para encontrarle.

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