lunes, 23 de mayo de 2016

El Cuerpo y la Sangre de Cristo - Lc 9,11b-17

En el evangelio de este domingo Jesús quiere implicar a los discípulos en el «milagro» de la multiplicación de los panes y de los peces. La acción de Dios se realiza a través de individuos concretos.

Hay un grupo importante de personas que siguen a Jesús: están hambrientos de la Palabra de Dios que sale de su boca. Están tan entusiasmadas por las palabras y las acciones de Jesús que hasta se olvidan de comer. Algunos de entre los más íntimos, los Doce, se percatan que no tienen comida para tanta gente; se mueven aún según una perspectiva muy limitada: no tenemos suficiente, hace falta mucho dinero, son demasiados...

Jesús les muestra otro camino, el del servicio, confiando plenamente en los planes de Dios, en la Palabra de Jesús: «Dadles vosotros de comer»; [...] los partió (los panes) y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. La forma de actuar de Jesús con frecuencia desconcierta; pero hemos de fiarnos (tener fe), y se produce el milagro, con abundancia (sobraron doce cestos). 

La narración nos evoca, sin muchos esfuerzos, la Eucaristía, donde Jesús se entrega no a unos cuantos si no a todos como el auténtico alimento que sacia el corazón humano. Palabra de Dios y Eucaristía aparecen íntimamente unidas.

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