Vivimos en un mundo de apariencias, de verdades a
medias, de mentiras consentidas y asumidas. Aunque, gracias a Dios, esta
situación no agota la realidad que nos rodea. Es posible otra forma de encarar
la existencia. El evangelio de la fiesta de hoy, de la Santísima Trinidad, nos
habla de ello: el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena.
Sí es posible vivir la verdad en plenitud; el Espíritu Santo, Espíritu de la
verdad, nos guía, nos muestra el camino que ya comenzó Jesús. El Padre se une a
esta sinfonía de la verdad plena del Hijo y del Espíritu y nos comunica, nos
anuncia el camino verdadero, el auténtico.
El ser humano tiene vocación de infinito, de
trascendencia, de Dios. Hoy celebramos que es posible saciar esta sed. Estamos
llamados a ser portavoces de la respuesta a esta esperanza para todas las
mujeres y todos los hombres. Sólo en Dios es posible que la persona humana
encuentre respuesta a sus interrogantes existenciales. Sólo Dios sacia la sed
humana de Verdad con mayúscula. Sólo el Espíritu de la Verdad puede mostrar a
cada individuo el camino para que la vida tenga sentido pleno. La existencia
humana no es exclusivamente lo tangible, la monotonía de cada día, es infinito,
es felicidad sin límites, es eternidad que ya se puede empezar ahora a
degustar.
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