Lugar de la última cena, Jerusalén |
El evangelio de este domingo nos habla de amor, de amor hasta el extremo, de amor sin límites.
La escena se desarrolla en el contexto de la última cena de Jesús con sus
discípulos, en la despedida antes de ir al Padre a través de su muerte en cruz.
Como
suele ser habitual, sus amigos más cercanos no entienden el signo de Jesús. No
comprenden cómo el Señor puede lavarles los pies. La acción de lavar los pies
era un trabajo propio de los siervos o esclavos. Por eso Pedro se resiste: cómo
él, que es un discípulo, va a ser servido por Jesús, su Señor. ¡No es lógico!.
No puede admitir esa humillación en el Maestro y Señor. No pueden
entenderlo: nunca el superior sirve al inferior; nunca el poderoso se rebaja al
súbdito; nunca el que manda se abaja hasta el que obedece; nunca el que es
Maestro y Señor lava los pies del discípulo. Jesús rompe esta lógica.
Y
pide a sus discípulos que ellos también rompan con esa lógica: «os he dado
ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis»
El mensaje de Jesús exige renunciar a las ansias de poder, de prestigio, de
dominio y, por el contrario, estar siempre dispuestos a servir a los demás. No tenemos
nada que ver con Jesús si no estamos dispuestos a aceptar este estilo de
vida.
Desde luego tengo que aceptar ese estilo de vida si quiero Seguirle
ResponderEliminarDesde luego tengo que aceptar ese estilo de vida si quiero Seguirle
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