lunes, 21 de marzo de 2016

Jueves Santo - Jn 13,1-15

Lugar de la última cena, Jerusalén
El evangelio de este domingo nos habla de amor, de amor hasta el extremo, de amor sin límites. La escena se desarrolla en el contexto de la última cena de Jesús con sus discípulos, en la despedida antes de ir al Padre a través de su muerte en cruz.

Como suele ser habitual, sus amigos más cercanos no entienden el signo de Jesús. No comprenden cómo el Señor puede lavarles los pies. La acción de lavar los pies era un trabajo propio de los siervos o esclavos. Por eso Pedro se resiste: cómo él, que es un discípulo, va a ser servido por Jesús, su Señor. ¡No es lógico!. No puede admitir esa humillación en el Maestro y Señor. No pueden entenderlo: nunca el superior sirve al inferior; nunca el poderoso se rebaja al súbdito; nunca el que manda se abaja hasta el que obedece; nunca el que es Maestro y Señor lava los pies del discípulo. Jesús rompe esta lógica.

Y pide a sus discípulos que ellos también rompan con esa lógica: «os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» El mensaje de Jesús exige renunciar a las ansias de poder, de prestigio, de dominio y, por el contrario, estar siempre dispuestos a servir a los demás. No tenemos nada que ver con Jesús si no estamos dispuestos a aceptar este estilo de vida.


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