lunes, 7 de diciembre de 2015

La Inmaculada Concepción - Lc 1,26-38

Nazaret, lugar de la Anunciación
La liturgia nos propone en la fiesta de la «Inmaculada Concepción de María» el evangelio de la Anunciación. Todos los «títulos» marianos tienen su fundamento en que María es la madre de Jesús, la madre del Hijo de Dios. Por esto, la narración, por cierto, bellísima, del anuncio del ángel a María de su maternidad es idónea para cualquier festividad vinculada a María, la madre de Jesús.

María participa de las esperanzas del pueblo de Israel, de la gente sencilla, que aguarda la venida del Mesías. Lo que no sabía hasta entonces es que ella iba a ser protagonista necesaria de esta acción de Dios con su pueblo y con toda la Humanidad.

El enviado divino la saluda con un saludo habitual de la época: «alégrate». Pero en estas circunstancias este saludo está también cargado de contenido. María participa del gozo de los sencillos, que saben esperar e intuir la salvación de Dios.

Ella es capaz de entender y responder al llamamiento al gozo mesiánico, en cuya realización jugará un papel principal. Es la esperanza de la que se hacen eco los profetas del Antiguo Testamento y que está presente en los sencillos del pueblo de Israel, y en los humildes de todo el mundo y de todos los tiempos. Es la espera de Adviento: ¡Ven Señor!

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