lunes, 29 de octubre de 2012

Todos los Santos - Mt 5,1-12a

En la festividad de «Todos los Santos» no sólo recordamos a aquellos que la Iglesia ha proclamado beatos o santos, sino a la cantidad ingente «que nadie podría contar» (primera lectura) de santos y santas que están gozando del amor sin límites, del que participaremos después de la muerte. Un amor que sólo puede tener su origen en Dios: «mirad que amor nos tiene el Padre» (segunda lectura).

Las «bienaventuranzas», que escucharemos en el evangelio del día, nos sitúan en la perspectiva de quiénes son los merecedores de esta realidad que celebramos. El narrador mencionará a los pobres, a los afligidos, a los que están sufriendo, a los necesitados…, todos aquellos que llevan en este mundo una vida miserable, a los que han pisoteado sus derechos. Todos ellos merecen ser felices, sentirse amados. Pero, también, señala a los que aman entrañablemente, a los que no tienen doblez en su forma de actuar, a los que se empeñan en que haya una paz auténtica en la que se respete la dignidad de todas las personas. Ésta es la tarea en que Jesús quiere implicar a la comunidad de sus seguidores.

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