martes, 1 de noviembre de 2011

Conmemoración de los fieles difuntos - Jn 11,17-27

Todas las lecturas de este día son un canto de esperanza para los que creemos en la resurrección de los muertos, confiados en la Palabra de Jesús. Su discipulado sabemos que la muerte no es el último capítulo de nuestra existencia sino el inicio de una nueva vida: el Señor «aniquilará la muerte para siempre» (primera lectura).

Estamos convencidos de la afirmación que Jesús hace a Marta, ante la muerte de su hermano Lázaro: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre» Esta convicción también sirve con respecto a nuestros familiares y amigos, de los que ya nos disfrutamos de su presencia. Esta es nuestra fe, esta es nuestra esperanza. No nos podemos afligir «como los que no tienen esperanza» (segunda lectura).

El paso a la otra vida significa una continuidad de la opción por el amor que hemos hecho, desde nuestra fe. Implica el Vivir (con mayúscula) ese Amor (también con mayúsculas) que predicó y vivió Jesús, invitándonos a hacerlo según un Dios que se define por el Amor. Nuestra fe y nuestra esperanza nacen del Amor y su meta también es el Amor. Allí lo compartiremos con el Señor, todo amor, y con todos nuestros seres queridos.

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