Jóvenes peregrinos a Santiago de Compostela |
Bienaventurados, dichosos, felices… Con estos apelativos la Iglesia se refiere a los santos, a todos aquellos, «una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar» (primera lectura), que ya disfrutan plenamente de la felicidad en la otra vida. Pero, ¿sólo a ellos se refiere el evangelio cuando habla de los «dichosos»?
El evangelista utilizará mayoritariamente verbos en futuro, pero también en dos ocasiones en presente: en la primera y en la última «bienaventuranzas»: «…de ellos es el reino de los cielos». La realidad del reino de Dios es una tarea que no queda pospuesta al fin de los tiempos, a la otra vida. Es algo que ya está presente, que ya se ha iniciado, aunque su plenitud sólo la podremos disfrutar después. La comunidad creyente es invitada a contribuir al crecimiento de este reino, aquí y ahora. Es una tarea irrenunciable; en ella está la verdadera felicidad: en dignificar a los pobres, a los desgraciados, a los necesitados…, en construir la paz, etc.
Somos «hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos» (segunda lectura). La comunidad creyente está llamada a hacer posible que a todos los hombres y a todas las mujeres les sea reconocida la misma dignidad, humana y teológica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario