Estamos convencidos de la afirmación que Jesús hace a Marta, ante la muerte de su hermano Lázaro: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre» Esta convicción también sirve con respecto a nuestros familiares y amigos, de los que ya nos disfrutamos de su presencia. Esta es nuestra fe, esta es nuestra esperanza. No nos podemos afligir «como los que no tienen esperanza» (segunda lectura).
El paso a la otra vida significa una continuidad de la opción por el amor que hemos hecho, desde nuestra fe. Implica el Vivir (con mayúscula) ese Amor (también con mayúsculas) que predicó y vivió Jesús, invitándonos a hacerlo según un Dios que se define por el Amor. Nuestra fe y nuestra esperanza nacen del Amor y su meta también es el Amor. Allí lo compartiremos con el Señor, todo amor, y con todos nuestros seres queridos.
Nuestros seres queridos nos preceden en el cielo!
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