jueves, 30 de diciembre de 2010

Fiesta de «Santa María, Madre de Dios» - Lc 2,16-21


María, la madre de Jesús, es una mujer sencilla y seguramente por eso es capaz de percibir la profundidad de los designios de Dios, aunque no los entienda plenamente. Es una mujer siempre atenta a la Palabra de Dios: «María guardaba todo esto en su corazón y lo tenía muy presente» La Palabra ilumina su existencia, la conforma: la ha llevado en las entrañas (Jesús es la Palabra de Dios), además de en su corazón; la cuida y alimenta; la presenta a los demás… Es la madre de la Palabra de Dios; es la madre de Dios. Y todo ello vivido con naturalidad, con sencillez, desde la cotidianidad.

En la escena de este evangelio junto a Jesús y María está José, ocupando discretamente un plano secundario. Su fe, su sencillez, su labor callada y necesaria no necesitan más comentarios. Hemos de admirarlo y aprender de él.

«Los pastores, por su parte, regresaron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían visto y oído» Ellos han visto y oído la fuerza de la Palabra hecha carne. No han visto ni oído nada «extraordinario» según los parámetros habituales: «encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre» Pero ellos descubren el plan salvífico de Dios. Sólo los sencillos como María, José, los pastores… están capacitados para detectar esa realidad redentora inaugurada con el nacimiento de Jesús.

1 comentario:

  1. Por ser la esclava del Señor, dejó en su ser todo el espacio para la Gracia de Dios. Por ser la esclava del Altísimo llegó a lo más alto, la Palabra se hizo carne y ella llegó a ser Madre de Dios, la Reina del Cielo. ¡Ave, María, Madre de Dios!

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