jueves, 27 de mayo de 2010

Domingo de la Santísima Trinidad - Jn 16,12-15

El evangelista nos quiere comunicar la íntima relación que hay entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y su relación con nosotros los humanos. Y, para ello, aporta las palabras de Jesús a sus discípulos. Todo lo del Hijo es del Padre y todo lo del Padre es del Hijo, argumentará. Por su lado, el Espíritu Santo que es reconocido como el Espíritu de la verdad, recibirá de Jesucristo todo aquello que comunicará a todos los humanos. Este mismo Espíritu de verdad –afirma– «os guiara hasta la verdad plena»

Las relaciones en la Trinidad son relaciones de amor y su fundamento es el amor irradiado, del que todos nosotros y nosotras gustamos. Es una perfecta comunidad de amor.

La comunidad cristiana ha de participar de esta espiritualidad; ha de reconocer esta unidad de amor, imagen a la que también ha de aspirar y que nunca puede considerar plenamente conseguida; ha de nutrirse de ese Espíritu de verdad y aproximarse a esa verdad plena que sólo pertenece a Dios; ha de comunicar a todos las personas esta realidad tan profunda.

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