El evangelista Lucas concluye su evangelio proclamando lo nuclear del «kerigma» primitivo, de la primera predicación: la pasión, muerte y resurrección de Jesús y su efecto salvador, liberador.
Las palabras de Jesús invitan a la primera comunidad de creyentes a continuar esta labor, a proclamarlo por todo el mundo, a ser testigos de este mensaje de liberación. La «Ascensión» de Jesús al cielo no es el punto final de la historia; es un punto y seguido. Jesús ha inaugurado los tiempos nuevos, ya ha comenzado el Reino de Dios. La comunidad eclesial lo ha de continuar hasta el fin de los tiempos, tiene la tarea de construirlo cada día.
Constatamos que aún existen muchas situaciones de injusticia, que no es respetada en numerosas ocasiones la dignidad de las personas, que la violencia aún tiene una importante carta de ciudadanía entre nosotros, que muchos hombres y mujeres viven en escenarios de opresión, de guerra, de arbitrariedad… La fiesta de hoy, de la «Ascensión del Señor», nos recuerda que en el camino que inicio Jesús aún quedan muchas etapas por alcanzar y nosotros tenemos la responsabilidad de continuarlo.
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