Todas las lecturas de este domingo hablan de pan, de vino, de comida, de sacerdocio, de cuerpo, de sangre, de Jesús; todos ellos elementos que configuran la fiesta que hoy celebramos: «El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo».
Tanto la primera lectura (Gn 14,18.20) como el salmo (Sal 110 [109]) mencionan a Melquisedec, rey y sacerdote, imagen, según la carta a los Hebreos, de Jesucristo, auténtico sumo sacerdote a través de su propio sacrificio en la cruz.
Pablo, por su parte, en la segunda lectura (1Co 11,23-26) recuerda y proclama la tradición de la primera Eucaristía, fundamento de todas nuestras Eucaristías, que son memorial (actualización) de la última cena del Señor y de su pasión, muerte y resurrección. Mientras Lucas, en su evangelio, narra la multiplicación de los panes, imagen de la Eucaristía, donde todos los presentes «comieron y se saciaron» e incluso sobró.
Toda una estampa del misterio salvador de Jesús: un hombre puesto al servicio de los demás hasta las últimas consecuencias; el Hijo de Dios abajado para que todos tengamos vida; una celebración que nos recuerda y actualiza constantemente su entrega sin reservas… Nosotros, creyentes en Jesús, somos interpelados, a ejemplo de Jesús, a compartir; a entregarnos a todos, especialmente a los más necesitados; a ponernos al servicio de los otros. Éste es el mensaje de la celebración de hoy.
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